jueves, 26 de noviembre de 2020

Testimonio intachable


 1 Pedro 2:11-16

 

En un tono paternal el apóstol les llama a sus destinatarios “amados”, y se dirige a ellos amablemente diciéndoles “yo os ruego”. Es decir, no les habla de una manera imperativa para ordenarles una acción, sino como un sabio consejo de quién ya era un anciano por su edad, por su experiencia cristiana y su conocimiento del Señor. Seguidamente les dice de que se trata la petición: “que os abstengáis de los deseos carnales”. “Abstenerse” significa privarse uno mismo de hacer algo o renunciar hacer lo que quisiéramos, pero que no es conveniente concretarlo en nuestra vida. Específicamente, lo que está pidiendo que se abstengan es “de los deseos carnales”.

 

Generalmente cuando hablamos de “deseos carnales” muchos piensan en los pecados sexuales, pero tales deseos se extienden a otras áreas de la vida como la pereza, los pleitos, las enemistades, la avaricia, lo glotonería y mucho más. Y la razón que da el pasaje para abstenerse de los mismos es porque “batallan contra el alma”. Es interesante que el término en griego que se traduce en este versículo para “batallan” no es una lucha cuerpo a cuerpo, sino la organización cuidadosa e intencional de un ejército para destruir a otro.

 

Sin duda, cuando se les da rienda suelta a los deseos carnales, estos batallan contra el alma tratando de minar nuestra relación con Dios, buscando que nos alejemos de su presencia y comencemos a ceder a las muchas tentaciones que el diablo nos presenta. La batalla contra el alma arrecia intentado a toda costa que caigamos en pecado y de esta manera apagar la luz de Cristo en nuestra vida. Tristemente, cuando cedemos a estas cosas comenzando a perder la batalla, esto es aprovechado por las personas del mundo cruel que nos rodean para alegrarse con nuestro fracaso y justificar así su rechazo al evangelio de Cristo.

 

Por todo lo anterior podemos afirmar: Es necesario mantener un testimonio intachable para impactar con el evangelio al mundo que nos rodea. Ante este principio nos preguntamos ¿Cómo podemos mantener un testimonio intachable? En esta porción bíblica encontramos tres consejos para mantener un testimonio intachable frente al mundo que nos ve vivir: 

 

 

1.     Manteniendo una buena manera de vivir (1P.2:12)

 

Es menester aclarar que cuando decirnos una buena manera de vivir no estamos hablando del bienestar material, sino es una referencia a las cosas espirituales. Aunque esta es una expresión muy amplia puede resumirse en la palabra “santidad”. De manera sencilla podemos decir que “una buena manera de vivir” es caminar diciendo siempre la verdad y nunca practicar la mentira, es respetar a todos a nuestro alrededor aunque no piensen igual que nosotros, es cuidar nuestro hablar eliminado toda palabra ociosa, grosera y prosaica, es servir a todos por amor desinteresadamente y no aprovecharse de los débiles en sus necesidades. También pudiéramos agregar que incluye compartir con los necesitados aún cuando tenemos poco para dar.

 

El apóstol nos recuerda que cuando practicamos una buena manera de vivir, no daremos motivo alguno a aquellos que injustamente murmuran de nosotros como si fuéramos malhechores, sino más bien daremos un ejemplo digno para que ellos también puedan glorificar a Dios. El pasaje agrega que podrán glorificar a Dios “en el día de la visitación”, cuya expresión puede estar relacionada al día en que sean alcanzados por la misericordia de Dios o cuando se enfrenten a un juicio para dar cuenta por sus maldades.   

 

 

2.     Siendo obedientes a lo establecido (1P.2:13-15)

 

El cristiano por su naturaleza debe ser obediente a lo establecido en la Palabra de Dios, en las leyes del país y en el orden social. Esto no porque siente temor a ser sancionado duramente por infringir la ley, sino porque Cristo nos ha hecho hijos obedientes, llenos de amor, paciencia, mansedumbre y dominio propio.

 

Los versículos 13 y 14 enfatizan en el respeto que le debemos a las autoridades y las leyes establecidas. Aunque es importante destacar que estas no pueden ser arbitrarias y dictatoriales, sino deben cumplir adecuadamente su rol de establecer la justicia castigando al que hace lo malo y alabar (reconocer y apoyar) al que hace el bien.

 

Esto implica que no es correcto delante del Dios que pone y quita reyes, que las autoridades inviertan los términos apoyando las cosas mal hechas y obstaculizando a todos los que hacen el bien. Un ejemplo clásico es cuando estos ponen toda clase de trabas a los cristianos para que no puedan cumplir la misión que les corresponde, y no tienen en cuenta el aporte benéfico de la obra cristiana al ayudar a tantas personas a restaurar sus vidas desechas por el pecado, los vicios y toda especie de maldad. Las gobernantes en cualquier parte del mundo deberían permitir a la iglesia de Cristo hacer libremente su trabajo, teniendo en cuenta que esto repercutirá en una mejor sociedad.

 

Los cristianos tenemos el deber de respetar a las autoridades, y a las leyes establecidas para el orden, siempre y cuando estas no nos demanden desobedecer a Dios o ir en contra de las enseñanzas de su Santa Palabra, en tal caso debemos debemos repetir las palabras de Pedro frente al sanedrín judío: “es menester obedecer a Dios antes que a los hombres”.  

 

 

3.     Usando correctamente nuestra libertad (1P.2:16)

 

Lo primero que debemos recordar es que en Cristo somos verdaderamente libres como Él nos enseñó. O sea, fuimos libertados de la esclavitud del pecado, de los vicios, la mentira, la envidia, las pasiones desordenadas, el egoísmo, el orgullo, la vanidad y muchísimas cosas de esta naturaleza.

 

 El Señor quiere que disfrutemos nuestra libertad espiritual de manera correcta. Es decir, no podemos confundir la libertad con el libertinaje que se ocupa de hacer aquello que Dios ha establecido como pecado. Contrario a esto, debemos usar la libertad para demostrarle al mundo  que hay poder en Jesucristo para vivir una vida nueva, llena de pureza y amor sincero.

 

En resumen, es necesario mantener un testimonio intachable para impactar con el evangelio al mundo que nos rodea, manteniendo una buena manera de vivir, siendo obedientes a lo establecido siempre y cuando no vaya en contra de Dios y usando correctamente nuestra libertad espiritual. 

 

Nos gustaría que nos dejara un comentario, pues quisiéramos continuar creciendo juntos en la vida cristiana.

 

 


jueves, 19 de noviembre de 2020

Anunciando las virtudes de Cristo


 


 1 Pedro 2:9-10

 En esta porción de la carta nos encontramos con una profecía del profeta Oseas, en la cual Dios prometió hacer pueblo suyo, y alcanzar con su misericordia, a quien no era pueblo originalmente ni habían sido alcanzados con su gracia y amor. Esto es una referencia a la iglesia que ha llegado a ser el pueblo de Dios, la cual está compuesta de judíos y gentiles (que representan al resto de las naciones del mundo) convertidos a Cristo. Tanto unos como otros hemos recibido por su gracia la bendita oportunidad del perdón de nuestros pecados y la vida eterna.

 La iglesia del Señor Jesús es presentada como un pueblo especial a través de varias frases hermosas y profundas como “linaje escogido” (no una familia de sangre, sino unidos por el Espíritu Santo por la gracia de Dios), “real sacerdocio” (cada cristiano un sacerdote al tener libre acceso a Dios a través de Cristo), “nación santa” (la santidad es característica fundamental de los hijos del Dios santo, santo, santo), “pueblo adquirido por Dios” (fuimos comprados por el más alto precio jamás pagado por el rescate de alguien: la sangre preciosa de Cristo).

 Ahora bien, es importante destacar que todos estos privilegios recibidos no han sido por nuestros méritos personales que no existen, sino por la misericordia de Dios y su buena voluntad, en la cual ha querido usarnos para Su gloria en la extensión de su reino. Esto lo podemos notar en el pasaje cuando dice que todos estos privilegios son “para”, es decir, con un propósito específico de Él para nuestras vidas. En otras palabras, podemos afirmar: Estamos llamados a anunciar las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable. Para una mejor comprensión de esta verdad, permítanme analizar por parte:



1.     Estamos llamados a anunciar

Quiero comenzar resaltando que la frase expresa “para que anunciéis”. Es decir, que todas las bendiciones anteriormente mencionadas no son para un disfrute egoísta, sino para un propósito mucho más grande y precioso. Este “para que”, nos habla de la voluntad de Dios al dejarnos en la tierra después de nuestra conversión a Cristo, simplemente estamos aquí para anunciar. Esto implica que la razón de nuestra existencia está vinculada directamente a proclamar el evangelio de Cristo a este mundo perdido, lo cual nos precisa a hablar y no permanecer callados ante una humanidad que perece en sus pecados sin conocer al Señor. Esto es lo que significa que somos sal y luz en este mundo.

Los profetas en la antigüedad comprendieron esta verdad y lo manifestaban anunciando a voz en cuello el mensaje de Dios para el pueblo. Muchas veces encontraban resistencia de parte de los oyentes a obedecer, pero de cualquier manera estos hombres de Dios continuaban cumpliendo su responsabilidad de proclamar. La realidad es que si después de escuchar el mensaje del evangelio deciden no aceptarlo, las consecuencias que esto traerá recaerá sobre ellos, pero nosotros habremos salvado nuestra responsabilidad.   



2.     Estamos llamados a anunciar las virtudes de Aquel

Realmente estamos llamados a anunciar las virtudes de Cristo a un mundo perdido que vive lejos de Él. Dentro de las grandes virtudes del Señor hay tres de vital importancia que no debemos dejar de proclamar:


a.      La justicia de Cristo

Cristo es presentado a lo largo del Nuevo Testamento como la justicia de Dios. Debido a que la justicia se relaciona con premiar lo bueno y condenar lo malo, tenemos que entender que lo justo (lo que merecemos) es que Dios nos condene por nuestros pecados que ofenden su perfecta santidad. Sin embargo, Jesucristo vino a este mundo para pagar la deuda de nuestros pecados, sustituyendo nuestro lugar al morir en la cruz del Calvario y de esta forma la justicia de Dios quedó satisfecha.

 La Biblia es clara al decirnos que “la paga del pecado es muerte” ¿Cómo podía ser pagado nuestro pecado? Solamente había dos posibilidades: (1) Nosotros ser condenados y vivir eternamente separados de Dios en el infierno. (2) Que alguien perfecto, sin pecado, sustituyera nuestro lugar muriendo por nuestros pecados, lo cual hizo precisamente nuestro Señor Jesucristo.

 Esta es la justifica de Cristo que debemos proclamar a este mundo como una de sus grandes virtudes.  

 

b.      La santidad de Cristo

Cristo fue sin pecado alguno en toda su vida a pesar de ser tentado en todo, se mantuvo en total santidad delante de Dios y de los hombres. Nosotros hemos sido llamados a ser santo como Él es santo. Aunque sabemos que estamos en la naturaleza pecaminosa, debemos continuar en el proceso de la santificación, procurando ser más puros cada día en total dependencia de nuestro Dios.

 Debemos procurar la santidad para ser ejemplos ante el mundo que nos ve vivir, porque también debemos proclamarles esta virtud. La humanidad caída vive en total corrupción, hundida en el fango del pecado, por lo cual debemos proclamarle esta gran virtud de la vida pura y agradable delante de Dios que se comienza a lograr a través de nuestra entrega incondicional a Cristo.

 

c.       El amor de Cristo

El gran amor de Cristo quedó ampliamente demostrado al venir a este mundo a morir por nuestra salvación en la cruz del Calvario. El apóstol Pablo nos recuerda en su carta a los Filipenses que a pesar de ser igual a Dios, no se aferró a esto como justificación para no venir a este mundo, más bien se despejó a sí mismo (en el griego “se vació a sí mismo”), para entrar en la naturaleza humana, vivir como un siervo humilde y entregar su vida por nosotros al morir en la cruenta cruz.


 

3.     Estamos llamados a anunciar las virtudes de Aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable

El hecho de haber sido trasladados de las tinieblas a la luz admirable de Cristo, y vivir eternamente agradecidos por tal privilegio, se convierte en una poderosa razón para anunciar el evangelio a otros que aún permanecen en tal oscuridad espiritual.

Vivir en tinieblas es sinónimo de vivir en desobediencia a Dios, practicando toda clase de pecado, andando en total ignorancia y ceguera que no nos permite ver nuestra miserable condición espiritual delante del Señor. Sin embargo, vivir en la luz admirable de Cristo es vivir en obediencia bajo su gracia, es agradar al Padre Celestial en todo lo que pensamos, decimos y hacemos, es entender y practicar en nuestras vidas cada una de las enseñanzas de su Santa Palabra, lo cual nos lleva a tener un buen testimonio (dar el ejemplo) ante todos aquellos que nos ven vivir.

La realidad es que seriamos mal agradecidos, y muy egoístas, si después de haber sido sacados de las tinieblas y trasladados a vivir bajo la luz admirable de Cristo, nos mantuviéramos callados y no anunciáramos al mundo perdido las buenas noticias de salvación por medio de Cristo. En otras palabras, sería muy triste si después de ser sanados de la enfermedad más terrible que existe –el pecado- dejáramos morir a los demás a nuestro lado por no mostrarles la solución a su grave mal: el evangelio de Cristo. 

En resumen, estamos llamados a anunciar las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable. ¡Anunciemos al mundo perdido el glorioso evangelio de nuestro Señor Jesucristo!

 

 


viernes, 13 de noviembre de 2020

La Piedra Viva

 




 1 Pedro 2:4-8

Pedro compara el desarrollo del cristianismo histórico, y la vida cristiana individual, con la construcción de un edificio. El mismo debe edificarse paso a paso y poniendo el más fuerte, estable, seguro y perdurable cimiento como fundamento. Es interesante que en las construcciones de aquella época, lo primero que se hacía era colocar bien firme en la tierra una gran piedra (que le llamaban “la piedra principal”), la cual le daba sostén y solidez a los cimientos, y por ende, a todo el edificio.  

Esta idea fue usada por Dios mismo en la antigüedad para hablar de su obra (Is.28:16; Sal.118:22), y trasmitida a través de los profetas, la cual Pedro como buen judío conocía bien. También había escuchado a su gran maestro Jesucristo usar esta ilustración en una parábola relacionada con la obra que había venido a realizar en este mundo (Mt.21:42). El propio Pedro había usado estas palabras frente al Sanedrín cuando era acusado por predicar el evangelio (Hch.4:11). La realidad es que sobran razones para que el autor usara esta ilustración en su carta.   

Pedro quería hacer reflexionar a sus destinatarios sobre la importancia de crecer sobre un fundamento sólido y saludable. Por todo lo anterior podemos afirmar: debemos edificar nuestra vida sobre el fundamento seguro de Jesucristo. Ahora, ¿Cómo describe el apóstol Pedro a Cristo como el fundamento seguro sobre el cual edificar nuestra vida? Básicamente el autor de esta carta describe a Cristo como fundamento seguro por medio de dos ilustraciones alrededor de una piedra:



1.     Cristo como fundamento seguro es una piedra viva, escogida y preciosa


a.      Cristo como la Piedra Viva

 Muchos hombres a lo largo de la historia se han levantado tratando de organizar grupos, religiones, sectas y otras cosas semejantes a estas, poniéndose ellos mismos como el fundamento. Estos no son más que piedras muertas porque han pasado y sus cuerpos han quedado fundidos con el polvo, por lo cual no pueden seguir al lado de aquellos que siguieron sus ideas. Sin embargo, Cristo es la Piedra Viva que comenzó este gigantesco edificio, lo ha sostenido por los siglos y nos continúa ayudando a edificarlo. Esto es una gran verdad porque Él resucitó de los muertos y vive para siempre, sentándose a la diestra de Dios para interceder por nosotros y prepararnos un lugar junto a Dios.


b.      Cristo como la Piedra Escogida

 Dios como soberano del universo pudo escoger no salvar a la humanidad pecadora, pero en su incomprensible amor escogió enviar a su hijo unigénito para que realizará la expiación por nuestros pecados muriendo en la cruz del Calvario. Este sacrificio de Cristo aseguró el perdón para nuestros pecados y la reconciliación con el Padre Celestial por la eternidad.

Precisamente el término “mesías” con que se le denomina en el Antiguo Testamento y “Cristo” en el Nuevo Testamento” significa escogido. Dios le escogió porque era necesario que alguien con el mismo amor del Padre Celestial fuera nuestro sustituto para que la justicia de Dios quedara satisfecha, y realmente no hay otro fuera de Cristo con esta clase de amor infinito.

 

c.       Cristo como la Piedra Preciosa 

La palabra preciosa la usamos comúnmente en nuestro idioma para denotar algo bonito, bello o hermoso, pero en realidad “precioso” viene de “precio”. Tiene que ver con algo de mucho valor o de un alto precio. Podemos afirmar que Cristo es la Piedra Preciosa porque tiene un inmenso valor al entregar lo más grande que alguien tiene en este mundo: la vida, y aún más grande cuando recordamos que lo hizo por amor a nosotros que no somos merecedores de su gracia.  



2.     Cristo como fundamento seguro es la principal piedra del ángulo 

En la arquitectura moderna se le llama “piedra del ángulo” a la que se pone en la base de una esquina para unir dos muros, la cual representa el fundamento sobre el que se sostiene todo el edificio. Esto nos recuerda que Cristo unió a judíos y gentiles en un solo pueblo que es la iglesia. Sobre el fundamento de Cristo quedaron unidos analfabetos y eruditos, pobres y ricos, blancos y negros como una gran familia espiritual.

Algunos comentaristas piensan que en este pasaje se refiere a la “piedra clave del arco”, la cual se colocaba para completar el arco, mantener la cohesión (unidad) y darle consistencia. Sin dudas, Jesús es la fuente de la unidad en la iglesia y de la solidez de la misma.

Por otra parte, otros creen que es una referencia a la última piedra que se colocaba en una pirámide, que era la piedra cimera y más elevada de la edificación. Además, la forma de la misma determinaba la forma de toda la pirámide. Esto nos hace pensar que el carácter de la iglesia tiene que ser el más elevado como el de Cristo. Una iglesia que no viva, enseñe y practique lo que Cristo hizo no debería llamarse iglesia de Cristo.

Es interesante que el versículo siete nos dice que “la piedra que los edificadores desecharon, ha venido a ser la cabeza del ángulo”. En tal sentido debemos recordar que los judíos edificaron sobre la Ley, la cual se había convertido en un yugo o esclavitud, llena de rituales, de ceremonias y que lamentablemente atiborraron de tradiciones e hipocresía. Ciertamente, los judíos desecharon a la piedra que es Cristo y trataron de eliminarlo crucificándolo, pero el vino a ser la piedra principal al resucitar poderosamente de entre los muertos. La realidad es que nadie pudo alcanzar la salvación por medio de la Ley, nadie pudo cumplirla en su totalidad excepto Cristo mismo. Aunque los judíos no han querido aceptarlo, solamente hay salvación eterna, libertad del pecado, reconciliación con Dios a través de Jesucristo.

A pesar de que muchos a lo largo de la historia lo han rechazado, y hasta intentado inútilmente crear un nuevo hombre sin Dios, Cristo sigue siendo la principal piedra del ángulo que reconcilia al hombre perdido con Dios, que transforma la vida para bien, que hace al verdadero hombre o mujer nuevos y que llena el corazón de su paz sin igual.  

 

En resumen, debemos edificar nuestra vida sobre el fundamento seguro de Jesucristo como la piedra viva, escogida, preciosa y principal del ángulo, pues el que cree en Él y le sigue no será avergonzado (ver.6), pero el que le rechaza experimentará fracaso, perdición y destrucción (ver.7). Dios les bendiga abundantemente.


Agradecemos un comentario para continuar creciendo juntos hacia la madurez espiritual. 

 

 


 

 

 

 


miércoles, 11 de noviembre de 2020

Desechando lo pecaminoso y creciendo en la Palabra de Dios


 

1 Pedro 1:22 al 2:3


Una vez más se les recuerda a los destinatarios el milagro más grande y preciosos que ellos habían recibido: el nuevo nacimiento. Un nuevo renacer espiritual los había alcanzado cuando recibieron a Cristo como su único y suficiente salvador. Se les enfatiza para consolarles que este renacer no era de naturaleza humana, sino divina, lo cual se afirma en la expresión “no de simiente corruptible”. O sea, que este nuevo nacimiento no estaba relacionado con padres humanos como el nacimiento físico, sino proviene de Dios cuando nos entregamos a Cristo y el Espíritu Santo viene a morar en nuestra vida. Este nuevo nacimiento se evidencia en la transformación espiritual que experimentamos al ser una nueva criatura.  

 

A partir del nuevo nacimiento comenzamos en un proceso de crecimiento hacia la madurez espiritual que la Biblia llama santificación. En este caminar día a día con el Señor en dicho proceso es necesario desechar lo pecaminoso y alimentarse más de la Palabra de Dios para crecer espiritualmente. 1 Pedro 2:1-2 nos exhorta a estas dos acciones para nuestro crecimiento espiritual:

 

 

1.     Es necesario desechar lo pecaminoso para crecer espiritualmente

 

Indudablemente, hay cosas que al estar presentes en nuestra vida se convierten en un freno u obstáculo para nuestro crecimiento espiritual en el Señor. Estas cuestiones son destructivas para nuestra salud espiritual, emocional y física, afectando especialmente nuestra relación con Dios. Las mismas deben ser desechadas de nuestras vidas completamente como parte del proceso de santificación al que hemos sido llamados por el Señor.

 

Ahora bien, ¿Cuáles cosas debemos desechar de nuestra vida según el apóstol Pedro?

 

a.      Debemos desechar toda malicia

 

Esto se relaciona con albergar malos pensamientos contra otra persona. La malicia alimenta los rencores y espera secretamente ver a otros ser alcanzados por el mal y la tragedia.

 

b.      Debemos desechar todo engaño

 

El engaño asume una variedad de formas, pero de cualquier manera es toda variante de deshonestidad que va en contra de la verdad. Esto puede ir desde lo más aparentemente sencillo hasta lo más complejo.

 

c.       Debemos desechar toda hipocresía

 

El término hipócrita viene del contexto de los actores en la antigüedad, los cuales usaban una máscara para interpretar sus personajes en el teatro. El prefijo “hipo” en griego significa “debajo de”, o sea, que usaban estas caretas para ocultar su verdadera identidad. El término fue empleado para denominar esta actitud en la vida de aquellos que quieren aparentar lo que no es cierto. La misma debe ser desechada completamente de la vida de los cristianos que debemos ser sinceros, honestos, transparentes e íntegros.

 

d.      Debemos desechar la envidia

 

El Diccionario Expositivo Vine plantea: “La envidia es el sentimiento de desagrado suscitado al observar u oír de las ventajas o prosperidad de otros”. La envidia es pecado delante de Dios y provoca muchos daños a quien la posee y a los que le rodean. Este sentimiento pecaminoso fue precisamente lo que llevó a las autoridades religiosas judías a entregar a Jesús para ser crucificado. La misma es totalmente incompatible con la vida cristiana, por lo cual debe ser desechada de nuestra vida.

 

e.       Debemos desechar todas las detracciones

 

Las detracciones son actitudes que perjudican a otros con el fin de prosperar uno mismo. También incluye denigrar, murmurar, calumniar y regar chismes contra los demás. Alguien dijo que se trata de “mantenerse limpio arrojando fango sobre quienes nos rodean”. Este pecado comúnmente practicado además de afectar negativamente a las personas objeto de las detracciones, es una ofensa a Dios que nos creó, nos ama y dio lo mejor que tenía por la salvación de todo aquel que quiera recibirla a través de Cristo.  

 

Además de desechar todas estas actitudes pecaminosas, hay una segunda acción que contribuye a nuestro crecimiento espiritual:

 

 

2.     Es necesario desear más la Palabra de Dios para crecer espiritualmente

 

a.      Debemos desear la Palabra de Dios como niños recién nacidos

 

El autor usa el símil de la necesidad de alimentarse que tiene un niño recién nacido con la necesidad de alimentarse espiritualmente de un cristiano. Aunque debemos destacar que en este pasaje no se refiere a nuevos creyentes, sino a todos los cristianos en general. La realidad es que un niño recién nacido necesita la leche cada cierto tiempo y si no comienza a llorar desesperadamente, de manera similar el cristiano debería desear de todo corazón alimentarse de la Palabra de Dios.

 

b.      Debemos desear la leche espiritual no adulterada

 

En la comparación que viene haciendo el pasaje, el cristiano debe procurar alimentarse no de cualquier leche, sino de aquella pura que no ha sido adulterada. Es decir, que debemos leer, estudiar e interpretar de manera correcta las Escrituras para poder crecer de manera saludable en el Señor. Los cristianos debemos hacer uso de la buena hermenéutica (reglas de interpretación) para entender exactamente qué significa cada pasaje bíblico y no correr el peligro de llegar a conclusiones equivocadas.

 

Adulterar la Palabra de Dios es cambiar su significado, usarla para interpretaciones privadas, querer que diga algo que me conviene, aunque no sea lo que Dios realmente dice en el texto sagrado. Es mesclar la verdad con conceptos, filosofías e ideas humanas. La realidad es que existe mucho adulterio espiritual en nuestros días por parte de sectas, grupos extremistas y algunos sectores dentro de las iglesias evangélicas que han abrazado falsas doctrinas y malas interpretaciones. También adulterar la Palabra de Dios es traicionar sus enseñanzas viviendo de manera contraria a las mismas.

 

En resumen, por causa de haber nacido de nuevo no de simiente corruptible, sino incorruptible, debemos desechar lo pecaminoso en nuestra vida como la malicia, el engaño, la hipocresía, la envidia y las detracciones, y desear como niños recién nacidos la leche espiritual no adulterada de la Palabra de Dios.

jueves, 5 de noviembre de 2020

Sacrificios espirituales

 


 

 1 Pedro 2:4-5

                                                                                                           

Pedro escribiendo a sus hermanos del pueblo de Israel, como buen judío, inserta a modo de ilustración la idea del sistema de leyes mosaicas que tenían el sacrificio de animales como una práctica medular. Dicho sacrificio se realizaba en busca del perdón de los pecados delante de Dios, pues el derramamiento de sangre animal representaba el sacrificio que Cristo, el Cordero de Dios, haría años después por toda la humanidad.  

 

El sacerdote tenía que llegar al altar del sacrificio santificado, puro y seguro de haber sido perdonado por Dios. El apóstol Pedro nos recuerda que ahora todos los cristianos somos sacerdotes delante del Señor, pero no para ofrecer sacrificio de animales muertos que cumplieron una función para el pueblo de Israel, y para una época determinada, como símbolo del sacrificio de Cristo para el perdón de nuestros pecados. Es decir, que nuestros sacrificios ya no son sangrientos, sino espirituales. Por tal razón, afirmamos la siguiente verdad: Los cristianos deben ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por medio de Jesucristo. Ahora bien, ¿Cómo deben ser los sacrificios del cristiano? En 1 Pedro 2:5 se nos presentan tres características de estos sacrificios:


 

1.     Los sacrificios del cristiano deben ser por medio de Jesucristo

 

Esto implica que no pueden ser por medio de hombres, ni para hombres. O sea, que no podemos poner al ser humano en el lugar que solamente corresponde a Jesucristo. Algunos lamentablemente siguen ciegamente a líderes humanos como si fuera infalibles. La realidad es que bajo ningún concepto debemos sustituir el lugar que le corresponde a nuestro Señor en nuestras vidas, por muy hermoso que sean los ideales humanos.

A lo largo de la historia muchos han dado sus vidas por causas puramente humanas que no permanecen, pasan, no son firmes ni dignas de confianza. A pesar de esto, dar la vida por una buena causa humana pudiera tener algún valor, pero aun así es algo temporal y efímero, por lo cual no es un sacrificio que perdura ni que agrada a Dios.

Contrario a lo anterior, los sacrificios del cristiano deben ser siempre por medio de Jesucristo. Es decir, si Cristo no hubiese realizado el sacrificio supremo en la cruz del Calvario, nosotros hoy no pudiéramos ofrecer nada a Dios. Es importante recordar que en la antigüedad nadie podía llegar directamente a Dios, sino era a través del sacerdote y de todo el ceremonial sacrificial. Sin embargo, porque Cristo dio su vida para pagar nuestros pecados, pagando el más alto precio jamás pagado, hoy tenemos libre acceso a Dios.

Sin duda, hoy podemos sacrificar nuestras vidas a Dios porque Cristo primero sacrificó su vida por nosotros. Esto es lo que quiere decir “por medio de Jesucristo”. Cristo es la razón de ser de nuestro sacrificio a Dios. Esta más que claro en la Biblia que nadie puede llegar al Padre Celestial por su propia cuenta, sino a través de Jesucristo (Jn.14:6).

 


2.     Los sacrificios del cristiano deben ser aceptables a Dios

Esto implica que tiene que ser “a la manera de Dios”. Para que sean aceptables, y agradables, al Padre Celestial debemos sacrificar nuestras vidas a la manera que Él aprueba y establece en la Biblia, no siguiendo los antojos y caprichos humanos.

Es común escuchar la frase equivocada “yo creo en Dios a mi manera”, lo cual no es más que una rebeldía disfrazada y una ignorancia manifiesta. La realidad es que “a la manera de Dios”, además de ser por medio de Jesucristo, tiene que ser conforme a todo lo que enseña la Escritura. Debe quedar claro que el Señor no acepta sacrificios que vayan en contra de la establecido en su Santa Palabra.

Si los sacrificios en la vida del cristiano no van en conformidad con la Palabra de Dios, estos son vanos, carecen de valor y no agradan al Señor. Lamentablemente, hay miles de personas en el mundo haciendo promesas por medio del uso de objetos y/o prácticas paganas para buscar el favor de Dios (vestirse de saco, caminar largas distancias de rodilla, encender velas, pagando grandes sumas de dinero, etc.). Otros tratan de “chantajear” a Dios, intentando hacer el trato de mi me das, entonces cumplo mi palabra. O sea, si Dios les cumple sus deseos o peticiones, entonces harán esto o aquello como sacrificio para Él. Hacer estas cosas es decirle a Dios que el sacrificio de Cristo en la cruz no es suficiente, que necesitan algo más, lo cual indudablemente no agrada ni es aceptable a Dios.

 


3.     Los sacrificios del cristiano deben ser espirituales

¿Cuáles sacrificios espirituales en la vida de un cristiano menciona la Biblia?


a.      Sacrificios de alabanza (He.13:15)

Una alabanza que nace de un corazón redimido y lleno del fruto del Espíritu Santo. Una alabanza que es el fruto de labios que confiesan Su nombre. Una alabanza que expresa la más profunda gratitud al Señor por su salvación eterna y su cuidado diario.


b.      Sacrificios de hacer el bien (He.13:16)

Aunque la salvación es por fe y no por obra, todo verdadero cristiano debe hacer este sacrifico de hacer el bien a los demás. Hacer el bien no tiene la finalidad de obtener la salvación, pero si es fruto de esta. La Biblia es clara cuando dice: “No nos cansemos, pues, de hacer el bien; pues a su tiempo segaremos, si no desmayamos” (Gá.6:9). También el apóstol Pablo escribió: “No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal” (Ro.12:21).


c.       Sacrificios de la ayuda mutua (He.13:16)

 La exhortación bíblica dice: “servíos por amor los unos a los otros” (Gá.5:13). Es triste ver que muchos quieren ser servidos, pero no tienen intenciones de servir a los demás. Todos quieren ser ayudados, pero pocos desean de todo corazón ayudar a los demás. Nunca debemos olvidar que este sacrificio se llama “ayuda mutua”. Aunque es importante aclarar que no se trata de una especie de negociación donde yo te ayudo motivado por la ayuda que después voy a recibir de ti. Cuando estemos sirviendo a los demás debemos hacerlo de todo corazón, desinteresadamente y sin esperar nada a cambio (Ro.15:16). (ver más sobre el tema del servicio en el siguiente enlace Imitando a Cristo en el servicio)


d.      La entrega del cuerpo como un sacrificio vivo (Ro.12:1)

Aunque se trata del cuerpo físico, el sacrificio también es espiritual. O sea, la exhortación es a entregar nuestro cuerpo a Dios en santidad. Se trata de usar nuestro cuerpo para servir al Señor y no al pecado.

 

En resumen, los cristianos deben ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por medio de Jesucristo.