Afortunadamente, la misma tragedia que ha sacado a flote
tales bajezas humanas, también ha estimulado los más valiosos sentimientos,
actitudes y acciones de muchas personas alrededor del mundo.
En estos días captó mi atención, un reportaje que presentaba
al dueño de un negocio de cultivo y venta de tulipanes en Washington, quién ante
el desmoronamiento de las ventas decidió poner sus hermosas flores al servicio
de todos aquellos clientes que quieran homenajear a los médicos, y a otros
miembros del personal de salud, que se encuentran en la primera línea de
combate contra la enfermedad. Esta
iniciativa ha dado la oportunidad a estos clientes de convertir la práctica
cotidiana de comprar flores para decorar sus hogares, en un hermoso gesto para
alentar, reconocer y agradecer a los galenos.
Esta historia real que por estos días difíciles está
aconteciendo, tiene que ver con algo mucho más profundo que regalar hermosos
tulipanes. Se trata de mostrar las virtudes presentes en la vida de aquellos
que se han reconciliado con Dios por medio de Jesucristo. Los cristianos
estamos llamados a manifestar el amor y la misericordia de Dios al mundo que
está inmerso en esta dolorosa pesadilla. En nuestros días, como nunca antes,
debemos prestar atención a la Palabra de Dios, que nos exhorta:
“No nos cansemos, pues, de hacer el bien; porque a su tiempo segaremos,
si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y
mayormente a los de la familia de la fe.” (Gá.6:9-10).
Aunque estamos conscientes de los riesgos propios
de esta peligrosa pandemia, y de todas las precauciones que debemos tomar para
evitar el contagio y la propagación, es necesario continuar cumpliendo el
mandamiento de servirnos por amor los unos a los otros (Gá.5:13). En tal sentido, es de vital importancia continuar mirando
al ejemplo de nuestro Señor Jesucristo, quién definió el propósito de su venida
a este mundo, diciendo: “Porque el Hijo
del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en
rescate por muchos.” (Mr.10:45).
Finalmente, recodamos las palabras pronunciadas por
Cristo al describir el juicio de las naciones:
“Entonces el Rey dirá a los de su
derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros
desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve
sed, y me disteis de beber; fui forastero y me recogisteis; estuve desnudo, y
me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí… de
cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más
pequeños, a mí lo hicisteis.” (Mt.25:34-36
y 40).
Que Dios en su inmensa misericordia, nos use para
servir a todos aquellos que sufren los embates de esta pandemia global. Los bellos tulipanes regalados, por ley
natural se marchitarán; pero el servicio amoroso al necesitado puede ser la vía
para la salvación de un alma. Seamos más que tulipanes en medio de tanta
necesidad.