jueves, 26 de noviembre de 2020

Testimonio intachable


 1 Pedro 2:11-16

 

En un tono paternal el apóstol les llama a sus destinatarios “amados”, y se dirige a ellos amablemente diciéndoles “yo os ruego”. Es decir, no les habla de una manera imperativa para ordenarles una acción, sino como un sabio consejo de quién ya era un anciano por su edad, por su experiencia cristiana y su conocimiento del Señor. Seguidamente les dice de que se trata la petición: “que os abstengáis de los deseos carnales”. “Abstenerse” significa privarse uno mismo de hacer algo o renunciar hacer lo que quisiéramos, pero que no es conveniente concretarlo en nuestra vida. Específicamente, lo que está pidiendo que se abstengan es “de los deseos carnales”.

 

Generalmente cuando hablamos de “deseos carnales” muchos piensan en los pecados sexuales, pero tales deseos se extienden a otras áreas de la vida como la pereza, los pleitos, las enemistades, la avaricia, lo glotonería y mucho más. Y la razón que da el pasaje para abstenerse de los mismos es porque “batallan contra el alma”. Es interesante que el término en griego que se traduce en este versículo para “batallan” no es una lucha cuerpo a cuerpo, sino la organización cuidadosa e intencional de un ejército para destruir a otro.

 

Sin duda, cuando se les da rienda suelta a los deseos carnales, estos batallan contra el alma tratando de minar nuestra relación con Dios, buscando que nos alejemos de su presencia y comencemos a ceder a las muchas tentaciones que el diablo nos presenta. La batalla contra el alma arrecia intentado a toda costa que caigamos en pecado y de esta manera apagar la luz de Cristo en nuestra vida. Tristemente, cuando cedemos a estas cosas comenzando a perder la batalla, esto es aprovechado por las personas del mundo cruel que nos rodean para alegrarse con nuestro fracaso y justificar así su rechazo al evangelio de Cristo.

 

Por todo lo anterior podemos afirmar: Es necesario mantener un testimonio intachable para impactar con el evangelio al mundo que nos rodea. Ante este principio nos preguntamos ¿Cómo podemos mantener un testimonio intachable? En esta porción bíblica encontramos tres consejos para mantener un testimonio intachable frente al mundo que nos ve vivir: 

 

 

1.     Manteniendo una buena manera de vivir (1P.2:12)

 

Es menester aclarar que cuando decirnos una buena manera de vivir no estamos hablando del bienestar material, sino es una referencia a las cosas espirituales. Aunque esta es una expresión muy amplia puede resumirse en la palabra “santidad”. De manera sencilla podemos decir que “una buena manera de vivir” es caminar diciendo siempre la verdad y nunca practicar la mentira, es respetar a todos a nuestro alrededor aunque no piensen igual que nosotros, es cuidar nuestro hablar eliminado toda palabra ociosa, grosera y prosaica, es servir a todos por amor desinteresadamente y no aprovecharse de los débiles en sus necesidades. También pudiéramos agregar que incluye compartir con los necesitados aún cuando tenemos poco para dar.

 

El apóstol nos recuerda que cuando practicamos una buena manera de vivir, no daremos motivo alguno a aquellos que injustamente murmuran de nosotros como si fuéramos malhechores, sino más bien daremos un ejemplo digno para que ellos también puedan glorificar a Dios. El pasaje agrega que podrán glorificar a Dios “en el día de la visitación”, cuya expresión puede estar relacionada al día en que sean alcanzados por la misericordia de Dios o cuando se enfrenten a un juicio para dar cuenta por sus maldades.   

 

 

2.     Siendo obedientes a lo establecido (1P.2:13-15)

 

El cristiano por su naturaleza debe ser obediente a lo establecido en la Palabra de Dios, en las leyes del país y en el orden social. Esto no porque siente temor a ser sancionado duramente por infringir la ley, sino porque Cristo nos ha hecho hijos obedientes, llenos de amor, paciencia, mansedumbre y dominio propio.

 

Los versículos 13 y 14 enfatizan en el respeto que le debemos a las autoridades y las leyes establecidas. Aunque es importante destacar que estas no pueden ser arbitrarias y dictatoriales, sino deben cumplir adecuadamente su rol de establecer la justicia castigando al que hace lo malo y alabar (reconocer y apoyar) al que hace el bien.

 

Esto implica que no es correcto delante del Dios que pone y quita reyes, que las autoridades inviertan los términos apoyando las cosas mal hechas y obstaculizando a todos los que hacen el bien. Un ejemplo clásico es cuando estos ponen toda clase de trabas a los cristianos para que no puedan cumplir la misión que les corresponde, y no tienen en cuenta el aporte benéfico de la obra cristiana al ayudar a tantas personas a restaurar sus vidas desechas por el pecado, los vicios y toda especie de maldad. Las gobernantes en cualquier parte del mundo deberían permitir a la iglesia de Cristo hacer libremente su trabajo, teniendo en cuenta que esto repercutirá en una mejor sociedad.

 

Los cristianos tenemos el deber de respetar a las autoridades, y a las leyes establecidas para el orden, siempre y cuando estas no nos demanden desobedecer a Dios o ir en contra de las enseñanzas de su Santa Palabra, en tal caso debemos debemos repetir las palabras de Pedro frente al sanedrín judío: “es menester obedecer a Dios antes que a los hombres”.  

 

 

3.     Usando correctamente nuestra libertad (1P.2:16)

 

Lo primero que debemos recordar es que en Cristo somos verdaderamente libres como Él nos enseñó. O sea, fuimos libertados de la esclavitud del pecado, de los vicios, la mentira, la envidia, las pasiones desordenadas, el egoísmo, el orgullo, la vanidad y muchísimas cosas de esta naturaleza.

 

 El Señor quiere que disfrutemos nuestra libertad espiritual de manera correcta. Es decir, no podemos confundir la libertad con el libertinaje que se ocupa de hacer aquello que Dios ha establecido como pecado. Contrario a esto, debemos usar la libertad para demostrarle al mundo  que hay poder en Jesucristo para vivir una vida nueva, llena de pureza y amor sincero.

 

En resumen, es necesario mantener un testimonio intachable para impactar con el evangelio al mundo que nos rodea, manteniendo una buena manera de vivir, siendo obedientes a lo establecido siempre y cuando no vaya en contra de Dios y usando correctamente nuestra libertad espiritual. 

 

Nos gustaría que nos dejara un comentario, pues quisiéramos continuar creciendo juntos en la vida cristiana.