sábado, 20 de junio de 2020

Padres disciplinando en el Señor a sus hijos sin provocarlos a ira


 

En Efesios 6:1-4 y Colosenses 3:20-21, se nos recuerda que el deber de los padres es enseñar obediencia a sus hijos en un ambiente de piadosa disciplina, sin exasperarlos (sin provocarlo a ira). En tal sentido, encontramos comúnmente a muchos padres despertando sentimientos y actitudes erróneas en la vida de sus hijos, al administrar incorrectamente la disciplina. Ahora bien: ¿Cuáles son algunas de las maneras en que podemos provocar a ira a nuestros hijos?


Excesiva protección

Aunque es cierto que los padres tienen la gran responsabilidad de proteger a sus hijos de la creciente maldad de este mundo, hay que tener cuidado de no convertir esto en una obsesión enfermiza. Si un padre mantiene a sus hijos encerrados permanentemente, desconfiando siempre de ellos, suponiendo que nunca les están diciendo la verdad, negándole la oportunidad de actuar con cierto grado de independencia, les están mostrando una falta de confianza y ahogándole con tales actitudes.

 En Génesis 30-31 encontramos a Labán obsesionado con “proteger a sus hijas”. Por tal razón, interfería en su matrimonio con Jacob, no queriendo dejarlas ir se interpuso hasta el punto de cometer acciones fraudulentas para impedirlo. Finalmente, Jacob tuvo que irse con los suyos huyendo escondido. Es interesante que la opinión de sus hijas no fue “cuanto nos ama papá”, sino la que se puede leer en Génesis 31:14-16. Sin dudas, exasperó a sus hijas.


 Excesiva permisividad

Los hijos que se les da excesiva libertad comienzan a sentirse inseguros y no amados. Proverbios 13:14 dice: “El que detiene el castigo, a su hijo aborrece”. Los padres que les aprueban a sus hijos las cosas pecaminosas que hacen, están comunicando falta de amor. Esto a largo plazo hace que los hijos se sientan resentidos porque sus padres no les guiaron por el camino correcto.


El favoritismo

En Génesis 25 podemos ver como Isaac amaba más a Esaú que a Jacob, y Rebeca amaba más a Jacob que a Esaú. Las consecuencias que este favoritismo trajo a esta familia fueron trágicas. Por muchísimos años reinó en el corazón de estos hermanos el odio uno contra el otro, gracias a Dios que al final de la historia hubo una reconciliación. Pero esa ira en el corazón de estos hijos pudo haberse evitado.


Metas irrealizables

Aunque es cierto que es responsabilidad de cada padre alentar a sus hijos a alcanzar metas más altas, hay que tener mucho cuidado de no imponerles cargar que ellos no puedan llevar. Los padres que sólo empujan a sus hijos a alcanzar metas muchos más altas, sin consolarlos en medio de sus fracasos, están provocando ira y resentimientos en sus hijos.


Desaliento (Col.3:21)

Se desalienta a los hijos cuando nos centramos en lo que hacen mal, y nunca miramos lo que hacen bien; cuando los criticamos constantemente y nunca los elogiamos por sus virtudes y logros.

 

Descuido

Se provoca a ira a los hijos cuando nos manifestamos indiferentes hacia ellos, cuando no nos preocupamos por sus necesidades. Un ejemplo clásico fue Absalón, el hijo de David, que sentía que su padre era indiferente con él y creció con desprecio hacia su padre. Esto trajo muchas consecuencias horribles en la vida de este joven (2S.13:28-29; 15:1-6,10; 16:22). Usualmente los padres descuidan a sus hijos por estar demasiados ocupados en otras cosas. Debemos considerar seriamente priorizar la educación y disciplina de nuestros hijos como el sagrado deber que el Señor nos encomendó.   


Retirada de afecto como medida disciplinaria

Algunos dicen: “si haces esto no te voy a querer o amar”. Debemos pensar en lo que enseña la Biblia sobre como Dios nos trata cuando hemos pecado. Romanos 5:8: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aun pecadores, Cristo murió por nosotros”. En 1 Corintios 13 se nos dice que el verdadero amor “todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser”. El verdadero amor no viene y se va sobre la base de nuestros logros o fracasos. Si queremos criar a nuestros hijos sin provocarlos a ira debemos enseñarles y demostrarles amor en todo momento. Podemos decirles que nosotros nunca les dejamos de amar, y precisamente por esto nos da tristeza cuando ellos no obedecen. Enseñarles que cuando los disciplinamos es porque los amamos y queremos que aprendan lo mejor para sus vidas.


Una disciplina férrea pero sin amor

La rectitud es buena y necesaria para la formación integral de una persona. Los niños tienen que aprender a reconocer y respetar la autoridad. Tiene que aprender con toda claridad lo que es bueno y malo, correcto e incorrecto, lo que trae buenos resultados y lo que trae malas consecuencias, PERO la misma no se puede divorciar del amor y la bondad que los padres deben dar a sus hijos. Hay padres que castigan, castigan y castigan pero sin jamás decirles a sus hijos cuanto les aman. Ellos necesitan expresiones de cariño y demostraciones de verdadero afecto. Es decir, que la crianza se desarrolla en un equilibrio entre la firmeza de carácter y el amor.


Los padres cristianos debemos criar a nuestros hijos en la disciplina del Señor sin provocarlos a ira.