1 Pedro 1:22 al 2:3
Una vez más se les recuerda a los destinatarios el milagro más grande y
preciosos que ellos habían recibido: el nuevo nacimiento. Un nuevo renacer
espiritual los había alcanzado cuando recibieron a Cristo como su único y
suficiente salvador. Se les enfatiza para consolarles que este renacer no era
de naturaleza humana, sino divina, lo cual se afirma en la expresión “no de simiente corruptible”. O sea, que
este nuevo nacimiento no estaba relacionado con padres humanos como el
nacimiento físico, sino proviene de Dios cuando nos entregamos a Cristo y el
Espíritu Santo viene a morar en nuestra vida. Este nuevo nacimiento se
evidencia en la transformación espiritual que experimentamos al ser una nueva
criatura.
A partir del nuevo nacimiento comenzamos en un proceso de crecimiento hacia la madurez espiritual que la Biblia llama santificación. En este caminar día a día con el Señor en dicho proceso es necesario desechar lo pecaminoso y alimentarse más de la Palabra de Dios para crecer espiritualmente. 1 Pedro 2:1-2 nos exhorta a estas dos acciones para nuestro crecimiento espiritual:
1. Es necesario desechar lo pecaminoso para crecer
espiritualmente
Indudablemente, hay cosas que al estar presentes en nuestra vida se
convierten en un freno u obstáculo para nuestro crecimiento espiritual en el
Señor. Estas cuestiones son destructivas para nuestra salud espiritual,
emocional y física, afectando especialmente nuestra relación con Dios. Las
mismas deben ser desechadas de nuestras vidas completamente como parte del
proceso de santificación al que hemos sido llamados por el Señor.
Ahora bien, ¿Cuáles cosas debemos desechar de nuestra vida según el
apóstol Pedro?
a.
Debemos desechar toda malicia
Esto se relaciona
con albergar malos pensamientos contra otra persona. La malicia alimenta los
rencores y espera secretamente ver a otros ser alcanzados por el mal y la
tragedia.
b.
Debemos desechar todo engaño
El engaño asume
una variedad de formas, pero de cualquier manera es toda variante de
deshonestidad que va en contra de la verdad. Esto puede ir desde lo más
aparentemente sencillo hasta lo más complejo.
c.
Debemos desechar toda hipocresía
El término hipócrita viene del contexto de los
actores en la antigüedad, los cuales usaban una máscara para interpretar sus
personajes en el teatro. El prefijo “hipo” en griego significa “debajo de”, o
sea, que usaban estas caretas para ocultar su verdadera identidad. El término
fue empleado para denominar esta actitud en la vida de aquellos que quieren
aparentar lo que no es cierto. La misma debe ser desechada completamente de la
vida de los cristianos que debemos ser sinceros, honestos, transparentes e
íntegros.
d. Debemos desechar la envidia
El Diccionario
Expositivo Vine plantea: “La envidia es el sentimiento de desagrado suscitado
al observar u oír de las ventajas o prosperidad de otros”. La envidia es pecado
delante de Dios y provoca muchos daños a quien la posee y a los que le rodean.
Este sentimiento pecaminoso fue precisamente lo que llevó a las autoridades
religiosas judías a entregar a Jesús para ser crucificado. La misma es
totalmente incompatible con la vida cristiana, por lo cual debe ser desechada
de nuestra vida.
e.
Debemos desechar todas las detracciones
Las detracciones son actitudes que
perjudican a otros con el fin de prosperar uno mismo. También incluye denigrar,
murmurar, calumniar y regar chismes contra los demás. Alguien dijo que se trata
de “mantenerse limpio arrojando fango sobre quienes nos rodean”. Este pecado
comúnmente practicado además de afectar negativamente a las personas objeto de
las detracciones, es una ofensa a Dios que nos creó, nos ama y dio lo mejor que
tenía por la salvación de todo aquel que quiera recibirla a través de Cristo.
Además de desechar
todas estas actitudes pecaminosas, hay una segunda acción que contribuye a
nuestro crecimiento espiritual:
2. Es necesario desear más la Palabra de Dios para crecer
espiritualmente
a.
Debemos desear la Palabra de Dios como
niños recién nacidos
El autor usa el
símil de la necesidad de alimentarse que tiene un niño recién nacido con la
necesidad de alimentarse espiritualmente de un cristiano. Aunque debemos
destacar que en este pasaje no se refiere a nuevos creyentes, sino a todos los
cristianos en general. La realidad es que un niño recién nacido necesita la
leche cada cierto tiempo y si no comienza a llorar desesperadamente, de manera
similar el cristiano debería desear de todo corazón alimentarse de la Palabra
de Dios.
b.
Debemos desear la leche espiritual no
adulterada
En la comparación que viene haciendo el pasaje, el cristiano debe
procurar alimentarse no de cualquier leche, sino de aquella pura que no ha sido
adulterada. Es decir, que debemos leer, estudiar e interpretar de manera
correcta las Escrituras para poder crecer de manera saludable en el Señor. Los
cristianos debemos hacer uso de la buena hermenéutica (reglas de
interpretación) para entender exactamente qué significa cada pasaje bíblico y
no correr el peligro de llegar a conclusiones equivocadas.
Adulterar la Palabra de Dios es cambiar su significado, usarla para
interpretaciones privadas, querer que diga algo que me conviene, aunque no sea
lo que Dios realmente dice en el texto sagrado. Es mesclar la verdad con
conceptos, filosofías e ideas humanas. La realidad es que existe mucho
adulterio espiritual en nuestros días por parte de sectas, grupos extremistas y
algunos sectores dentro de las iglesias evangélicas que han abrazado falsas
doctrinas y malas interpretaciones. También adulterar la Palabra de Dios es
traicionar sus enseñanzas viviendo de manera contraria a las mismas.
En resumen, por causa de haber nacido de
nuevo no de simiente corruptible, sino incorruptible, debemos desechar lo
pecaminoso en nuestra vida como la malicia, el engaño, la hipocresía, la
envidia y las detracciones, y desear como niños recién nacidos la leche
espiritual no adulterada de la Palabra de Dios.