martes, 1 de septiembre de 2020

¡Cuidado! Los Filisteos sobre ti



Jueces 13:1-5, 24-25.

Los filisteos poseían características bien distintivas entre las que se encuentran su fortaleza y destreza para la guerra. Ellos formaban parte de los llamados “pueblos del mar” que atacaron a Egipto durante el reinado de Ramsés III. Escritos encontrados en esa región mencionan a los “pelestes” (filisteos) como el pueblo más difícil de combatir. Por otra parte, existen fuertes evidencias arqueológicas e investigaciones documentarias de que este pueblo emigró de la civilización micénica de la Grecia continental de orillas del mar Egeo. Esto explica porque tenían mayor desarrollo que el resto de las tribus cananeas. Sus armas de guerra como la espada de dos filos, sus lanzas y sus escudos redondos, eran de hierro, metal que el pueblo de Israel conoció y usó muchos años después que ellos. Además, eran avanzados en la agricultura, la ganadería, la cerámica y el arte decorativo, la metalurgia, la actividad textil, los utensilios domésticos y en la arquitectura. Sin embargo, a pesar de todos estos adelantos les faltaba lo más importante: conocer y obedecer al Dios único y verdadero. Por tal razón, son presentados en las Escrituras como un pueblo idólatra, vanaglorioso, falto de amor, impuro, cruel y vengativo.

Los filisteos nos recuerdan al mundo que nos rodea, pues de igual manera percibimos un gran desarrollo científico, tecnológico, cultural y mucho más, pero lamentablemente abunda el odio, la crueldad, la desesperación y el vacío espiritual, así como un rechazo a Dios y su pueblo.

Ahora bien, fue precisamente para librar a su pueblo Israel de la opresión de los filisteos por cuarenta años, lo cual era una disciplina del Señor, que Dios escogió a Sansón. Este debía ser Nazareo[1] desde su nacimiento. Pero lamentablemente Sansón menospreció las enseñanzas del Señor y de sus padres, tuvo en poco el propósito para el cual Dios le escogió y no fue lo obediente que debía ser. Por el contrario, decidió sumergirse en el mundo de los filisteos, flirteando todo el tiempo con el pecado. Y a pesar de que el Señor usó hasta los errores de Sansón para comenzar a liberar a su pueblo, este hombre perdió muchas bendiciones y tuvo que sufrir amargas consecuencias. Esto nos recuerda el siguiente principio: Desechar las enseñanzas y propósitos de Dios para la vida, acarrea lamentables consecuencias.  ¿Cuáles son algunas de estas consecuencias? En la historia de Sansón podemos identificar al menos tres de estas lamentables consecuencias:

 

La consecuencia de ser dominado por las debilidades de la carne 

En la vida de Sansón encontramos un marcado contraste entre la fuerza y la debilidad. Este hombre que mató a un león con sus manos (Jue.14:6), a treinta filisteos para quitarle sus vestidos (Jue.14:19), y a mil filisteos con la quijada de asno (Jue.15:14-16), que arrancó las enormes puertas de la ciudad de Gaza y llevándolas sobre sus hombros, las dejó en una colina (Jue.16:3), entre otras hazañas, es el mismo que tenía tal grado de debilidad, que no podía resistir la tentación ante las mujeres filisteas, entre las cuales tuvo tres relaciones: una mujer del pueblo de Timnat, una prostituta de Gaza y la famosa Dalila de valle de Sorec. Desde la primera relación le definió a su padre su motivación: “Tómame esta mujer, porque ella me agrada -me gusta-” (Jue.14:3). Con esta actitud estaba desechando las enseñanzas y los consejos de sus padres, el propósito de Dios para su vida, su condición de Nazareo desde su nacimiento, simplemente para dar rienda suelta a sus “gustos”, a los deseos de la carne, al egoísmo y corrupción moral.

El dejarse dominar por las debilidades de la carne le cegó el entendimiento de tal manera, que no era capaz de ver que no sólo estaba desobedeciendo a Dios, sino enredado con filisteas que no exhibían en lo más mínimo principios morales. Producto de esta desobediencia sufrió desengaños y se vio envuelto en grandes conflictos con los filisteos.

Los hijos de Dios podemos evitar consecuencias tan desagradables, si tenemos en cuenta las enseñanzas y los propósitos de Dios para nuestra vida. En este sentido, podemos leer los siguientes pasajes: 1 Pedro 1:13-19; 2:11-12; 4:1-5.    

 

La consecuencia de perder el propósito de Dios para la vida

Si algo estaba claro en cuanto a la vida de Sansón, era el propósito para el cual Dios le trajo a este mundo (Jue.13:3-5). Aunque es cierto que a pesar de todo, Dios se glorificó usando a Sansón para comenzar a liberar a su pueblo de manos de los filisteos, es interesante notar una gran diferencia con el resto de los jueces que le antecedieron. Estos cumplieron su rol de líderes libertadores con un gran celo por Jehová, amor por su pueblo y encomiable espíritu nacionalista. Sin embargo, nunca vemos estas santas motivaciones en la vida de Sansón. Nunca lo encontramos organizando un ejército, ni liderando a hombres fieles y valientes en alguna batalla. Más bien usó el poder y la fuerza que el Espíritu de Dios le daba, para riñas por motivos personales (problemas que él mismo creaba con sus actos y reacciones). Todo parece indicar que no vivió a la altura de lo que se esperaba de un hombre con tan elevado llamado de Dios.

Estimados hermanos, sí el Señor usó a Sansón para comenzar a combatir a los opresores filisteos a pesar de todo su desacertado proceder, podemos imaginar cuanto más hubiera hecho este hombre si hubiese vivido en sumisión y obediencia a Él.

Esto nos recuerda que el apóstol Pablo, quién no queriendo desperdiciar su vida, se esforzaba por vivir entregado y cumpliendo el propósito de Dios hasta el final de sus días (Hch.20:18-24; 1Co.9:18-27; Fil.1:21; 2Ti.4:6-8).

 

La consecuencia de caer en manos de un mundo cruel



Sansón llegó a confiarse en su gran fuerza, olvidando que estas venían del Espíritu de Dios. Al manifestar tal grado de confianza en sí mismo, comenzó a adoptar una actitud insensata, tomando algo tan sagrado a la ligera y convirtiéndola en una diversión más (Jue.16:6-17). La conocida frase en esta historia, “esta vez saldré como las otras”, es lo que piensan todos aquellos que tienen en poco las enseñanzas de Dios y sus propósitos para su vida. Sin embargo, como suele suceder, no salió victorioso como las veces anteriores.

Tristemente al caer en manos de sus enemigos filisteos, fue vilmente avasallado,

humillaron (lo pusieron a trabajar en un molino pequeño que era para entonces un trabajo para mujeres), también le torturaron sacándole los ojos y le dejaron completamente arruinado.

Nosotros también estamos rodeados por un mundo sin Cristo que es cruel y desconsiderado, especialmente con los hijos de Dios. Pasan todo el tiempo tentando a los creyentes, presentando el pecado disfrazado de algo bello y divertido. Pero si el cristiano cede, se desata una ola de burla, humillaciones y vejaciones. Simplemente, el mundo obra como su amo el diablo. Sin dudas, esta es una lamentable consecuencia.


En resumen, desechar las enseñanzas y propósitos de Dios para la vida, acarrea lamentables consecuencias

Palabras del comentarista William McDonald, hablando de la muerte de Sansón: Al asociarse tanto en su vida con los filisteos, y encontrar irresistible a sus mujeres, Sansón se encuentra ahora entre ellos en su muerte, un cadáver entre los muertos en medio de los escombros del templo de Dagón. Si hubiera practicado la dedicación a Dios (para lo cual fue escogido), hubiera tenido una muerte más noble. La pérdida de la separación (santidad) nos lleva a la pérdida de poder y finalmente a la ruina. Si cedemos nuestros miembros al pecado, obramos para nuestra propia destrucción”[2]

Entonces, sigamos las enseñanzas y propósito de Dios para nuestras vidas, para no ver ninguna de estas consecuencias, si no hermosos resultados para la gloria de Dios.  


Nos gustaría que nos dejara un comentario, pues quisiéramos continuar creciendo junto a usted en la vida cristiana.



[1] Nazareo significa “apartado para Dios”. Estos tenían que abstenerse de toda bebida alcohólica, no cortarse el cabello y no acercarse a los muertos.

[2] McDonald, William. Comentario al Antiguo Testamento (Terrassa, Barcelona: Editorial Clie, 2000), 264.