David comienza
este Salmo presentando una queja ante Dios por la cantidad de enemigos que en
pocos días se levantaron contra él para destruirle (Sal.3:1-2). Esta poesía surge en el contexto de la huida de David delante
de su hijo Absalón, quien motivado por el rencor guardado en su corazón se
revela contra su padre tratando de dividirle y quitarle el reino. Estos
tétricos planes prosperaron tanto que llegó el día cuando efectivamente David,
con unos pocos hombres, tuvo que salir huyendo de su hijo.
El salmista
expresa: “¡…cuanto se han multiplicado
mis adversarios! Muchos son los que se levantan contra mí”. Es interesante
que dentro de estos enemigos se hallaban hombres que habían sido hasta ese
momento fieles a Dios y al rey, pero fueron confundidos y arrastrados por la
corriente de la división. A tal punto llegó la situación que Absalón y sus
miles de seguidores estaban convencidos de que había llegado el final de David,
pero no estaban teniendo en cuenta que el Dios que prueba nuestros corazones,
no dará su aprobación a métodos tan perversos y diabólicos contra sus hijos.
Por el contrario, Dios siempre protegerá la vida de sus hijos en medio de todos
los peligros de este mundo. Esto nos lleva a afirmar el siguiente principio: Podemos vivir con la seguridad de que la
protección de Dios está siempre sobre sus hijos. En este Salmo David nos da
varias razones que confirman esta verdad:
Dios siempre protege a sus hijos porque es nuestra
defensa (Sal.3:3)
“…tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí”. David, como hombre experimentando en lo concerniente
al mundo militar de la época, conocía perfectamente que el escudo era una de
las armas de defensa más antiguas de la historia, el cual llegó a ser un símbolo
de protección y seguridad. Dios mismo comparó su protección con un escudo (Gn.15:1; Dt.33:26-29). Es interesante
que los escudos se llevaban en el brazo izquierdo sujetos del codo por medio de
una correa, y con ellos se protegía de manera especial el corazón. Cuando vemos
a David huyendo de delante de Absalón su hijo, y sufriendo la traición de
muchos de sus hombres cercanos, podemos admirarnos de cada una de sus actitudes
y palabras, pues reflejan a un hombre con un corazón protegido porque no guardó
odio ni rencor contra nadie. Debemos recordar que aunque nos esforcemos por
mantener una apariencia de que todo anda bien, si nuestro corazón está
guardando algo que no agrada a Dios, no podremos ocultarlo de sus ojos (1S.16:7; 1Cr.28:9; 29:17). Además, las cosas malas guardadas en el corazón
nos contaminan haciéndonos mucho daño y a todos los que nos rodean. Por lo
tanto, clamemos al Señor para que sea nuestro escudo protegiendo nuestros corazones.
“mi gloria”. David, al ser el rey de Israel había disfrutado por muchos años toda la
gloria y esplendor humano que los monarcas en la antigüedad poseían (riquezas,
autoridad, poderío militar, muchas personas sirviéndole y mucho más); Sin
embargo, en un abrir y cerrar de ojos perdió absolutamente todo. En medio de
esta crisis expresó a Dios “eres mi
gloria”. Toda la gloria humana es efímera, temporal y vana, solamente Dios
permanece para siempre. David experimentó en carne propia que cuando perdemos
todas las cosas humanas, incluso nuestras amistades, siempre quedará Dios como
una roca inconmovible. Después agregó: “El que levanta mi cabeza”. Cuando
David salió huyendo iba completamente avergonzado pues su propio hijo había
provocado aquella crisis nacional (2S.15:30).
A pesar de esto fue a la cumbre del monte a rendir adoración a Dios (2S.15:32). Entonces, como resultado de
buscar a Dios profundamente, Él respondió quitando la vergüenza, levantando su
cabeza y dándole las fuerzas para enfrentar aquel momento tan difícil.
Dios siempre protege a sus hijos porque responde a
nuestro clamor (Sal.3:4)
Cuando David llegó a la cumbre del monte para clamar a
Dios, tenía todas las de perder humanamente hablando, pero a pesar de todo Dios
respondió su clamor y comenzó en un proceso a cambiar la historia hasta permitirle
el triunfo final. Sin duda alguna, responder a
nuestro clamor cuando estamos perdidos es una manera muy clara en que
Dios muestra su cuidado y protección sobre sus hijos. Hoy hay millones de
personas que están clamando por ayuda y protección, la gente se siente vacía,
sin rumbo, solas, sin apoyo y sin fuerzas para seguir luchando, pero
lamentablemente no reciben respuesta alguna por estar clamando a otros dioses que
nada pueden hacer por el hombre. Sin embargo, quienes se han decidido como
David a clamar al Dios creador, sustentador y salvador de la humanidad, reciben
respuestas claras y oportunas.
Dios siempre protege a sus hijos porque es nuestra paz
(Sal.3:5-6)
¿Hemos perdido el sueño alguna vez por causa de
nuestras preocupaciones? Me atrevo a asegurar que no en pocas ocasiones. Con gran frecuencia escuchamos a las personas
quejarse de insomnio, y aunque este es un problema que puede ser causado por padecimientos
como diabetes, tiroides hiperactiva, trastornos digestivos, exceso de cafeína,
entre otras, el 75% de las veces se debe
a causas psicológicas como ansiedad, estrés, temores y toda clase de
preocupaciones. La realidad es que nosotros a menudo nos desvelamos por causas
relativamente pequeñas, comparado con lo que estaba viviendo este destacado
personaje bíblico. ¿Podemos imaginar por un momento como David pudo conciliar
el sueño en esos días? El estaba consciente que había miles de soldados
buscando su vida para barrerlo de la faz de la tierra. El sabía que en medio de
la noche o al otro día podía ser su final y a pesar de esto afirma que “no temeré a diez millares de gente, que
pusiere sitio contra mí”, por lo tanto, “me acosté, dormí y desperté”. Después aclara en una sencilla frase
la causa de su valor en medio de la dura prueba: “porque Jehová me sustentaba”. Es posible tener esa clase especial
de paz en medio de las tormentas, cuando tenemos la misma convicción de que
nuestro Dios siempre protegerá con su poder y amor la vida de sus hijos.
Dios siempre protege a sus hijos porque pelea nuestras
batallas (Sal.3:7)
Este era un principio conocido en medio del pueblo de
Israel (Éx.14:14; 2Cr.20:15-17). Esto
fue lo que sucedió en el caso de David al confiar en el Dios protector. A tal
punto intervino el Señor que dice la historia bíblica literalmente: “y la batalla se extendió por todo el país;
y fueron más los que destruyó el bosque aquel día que los que destruyó la
espada”. Tanto la historia bíblica como estos 20 siglos de cristianismo nos
confirman que Dios pelea nuestras batallas de una forma u otra.
En resumen, podemos
vivir con la seguridad de que la protección de Dios está siempre sobre sus
hijos.