En el pasaje de Santiago 1:2-8 se nos recuerda que pedir
con fe, es la condición indispensable para recibir la sabiduría que
necesitamos a la hora de enfrentar las pruebas. Este tema es de tal importancia,
que nuestro Señor Jesucristo hizo énfasis sobre el mismo en sus enseñanzas (Mt.17:20; 21:21-22).
Ahora bien, el
texto bíblico nos dice “…pida con fe, no
dudando nada”. El Nuevo Comentario Bíblico de la Casa Bautista de Publicaciones,
plantea: “La duda no es el acto de no creer, ni tampoco el escepticismo
filosófico, la característica de la duda es una división interna. El que duda a
la vez afirma y niega, el que duda se aferra a las promesas, y a la vez está
convencido de que no se cumplirán”.[1] Inmediatamente,
el autor arroja luz sobre esta enseñanza por medio de una peculiar ilustración.
Es decir, compara al hombre que duda del poder de Dios para
responder a su oración, con una ola en el mar que el viento arrastra de un lugar a otro. Es interesante observar el movimiento ascendente y descendente de una ola; en ocasiones se encuentra en su punto más alto llamado “cresta”, y en fracciones de segundos, en su punto más bajo llamado “valle”. De la misma manera cuando pedimos a Dios dudando, perdemos la serenidad, la paz y el equilibrio emocional. En su lugar, nos visita el desespero, la impaciencia y la ansiedad.
responder a su oración, con una ola en el mar que el viento arrastra de un lugar a otro. Es interesante observar el movimiento ascendente y descendente de una ola; en ocasiones se encuentra en su punto más alto llamado “cresta”, y en fracciones de segundos, en su punto más bajo llamado “valle”. De la misma manera cuando pedimos a Dios dudando, perdemos la serenidad, la paz y el equilibrio emocional. En su lugar, nos visita el desespero, la impaciencia y la ansiedad.
También el
pasaje afirma que cuando no tenemos fe al pedir algo a Dios (en este caso la
sabiduría), esto trae consecuencia. La más inmediata de todas la expresa
diciendo: “no piense, pues, quien tal
haga, que recibirá cosa alguna del Señor”. Por todo lo anterior, es necesario cultivar la fe en las
circunstancias difíciles para el crecimiento hacia la madurez espiritual. Esto
se debe a que la fe es la base que sostiene otras virtudes cristianas
necesarias para nuestro crecimiento espiritual. ¿Cuáles son algunas de estas
virtudes? Veamos:
La fe permite mantener la esperanza en medio de las pruebas
Todos los días se oye a muchas personas decir: “ya perdí
las esperanzas”. La realidad es que vivimos en un mundo desesperanzado como
consecuencia de no depositar la fe en el Dios vivo y verdadero.
La fe es la base sobre la cual se construye la
verdadera esperanza. Recordamos al rey David, quien ante sus tantas aflicciones
decidió cultivar su fe en Dios, y por tal razón, podía mantener la esperanza a
pesar de todo (Sal.39:7; 40:1-2; 91:2). Por
el contrario, es lamentable que el pueblo de Israel tantas veces dejara de
confiar en Jehová, poniendo su esperanza en otras cosas y pagando duramente las
consecuencias que acarrea este pecado (Is.30:1-3;
31:1).
La fe permite mantener el valor y la firmeza en medio de las pruebas
Cuando nos falla la fe en nuestro Dios en medio de las
pruebas, inmediatamente nuestro corazón comienza a ser inundado de flaquezas y
temor. Pedro experimentó esta verdad en varios eventos junto a Jesús: cuando
Jesús calmó la tempestad (Mr.4:35-41),
cuando Jesús caminó sobre las aguas (Mt.14:22-33)
y en Lucas 22:31-32, cuando horas
antes de ir a la cruz, Jesús le anuncia a Pedro su negación.
Otro ejemplo clásico en la antigüedad, lo encontramos
en la impresionante historia de la nación de Israel en su salida de Egipto. De
repente se encontraron con el Mar Rojo delante y el ejército de los egipcios
detrás, por lo cual “temieron en gran
manera” y comenzaron a proferir toda clase de quejas. Ante la falta de
valor y firmeza del pueblo, Moisés trata de alentarles, exclamando:
“No temáis;
estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros; porque los
egipcios que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis. Jehová
peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos” (Ex.14:13-14).
El evangelista Billy Sunday solía decir: “El temor tocó a mi puerta. La fe
respondió…y nadie replicó”.
La fe permite mantener la resistencia al sufrimiento en medio de las pruebas
Una tendencia común cuando arrecian las pruebas es a abandonar
la lucha. Esta tendencia la manifestamos muchas veces buscando vías de escape,
en lugar de aferrarnos de todo corazón a Dios hasta que Él nos saque de la
tribulación. La resistencia en medio de las luchas es difícil pero totalmente
necesaria. Alguien dijo: “Seguir la senda
de la menor resistencia es lo que hace que los hombres y los ríos se tuerzan”.
En Hebreos
11:24-27, encontramos un resumen de la vida de Moisés desde la perspectiva
de su fe. Él pudo evitarse muchísimos sufrimientos, teniendo la posibilidad de
ser hijo adoptivo de la hija de Faraón y gozar de todos los deleites que en el
contexto del palacio real existían. Sin embargo, prefirió enfrentar todas las
pruebas y resistir los sufrimientos, junto a su pueblo de origen, porque tenía
su mirada en el galardón de Dios.
La fe permite mantener una clara visión espiritual en medio de las pruebas
A través de toda la Biblia podemos comprobar como Dios,
al llamar a sus siervos a una tarea específica, les mostraba una visión
espiritual que debían alcanzar hacia el futuro. Para poder lograr la misma, debían mantener su fe en el Dios que les llamó,
pues las pruebas en el camino intentarían desviar sus miradas en otras
direcciones. Si descuidaban su fe, se afectaba su crecimiento en pro de la
dirección de Dios. Al pasearnos por la Galería de la fe de Hebreos11, encontramos hombres y mujeres de Dios, que habiendo
recibido una clara visión de Él, mantuvieron el enfoque en su llamado a pesar
de las muchas pruebas que debieron vivir.
En resumen, es necesario cultivar la fe en las circunstancias difíciles porque la misma sostiene nuestra esperanza, valor, firmeza, resistencia al sufrimiento y una clara visión espiritual. Estas virtudes son esenciales para el crecimiento hacia la madurez espiritual.
[1]Guthrie, D., J. A. Motyer, A. M.
Stibbs y D. J. Wiseman, eds.Nuevo Comentario Bíblico (El Paso, Texas: Casa
Bautista de Publicaciones, 1996): 908.