El sacrificio de Cristo en la cruz es la manifestación más grande del amor de Dios a la humanidad.
Muchos han llegado a conocer a Cristo guiados por la luz de algún cristiano que decidió vivir una vida santa, a pesar de todo el sacrificio que esto pudiera implicar.
Nunca
deberíamos dudar del amor y el poder de Dios para obrar en nuestras vidas,
tampoco pensar que Él está retrasado y mucho menos que nos ha dejado de amar.
Su promesa sigue en pie:
En cierta ocasión Enrique IV le pregunta al Duque de
Alba si había visto el eclipse de sol. Este le contestó: “tengo tanto que hacer
en la tierra que no tengo tiempo de mirar al cielo”. Que los afanes de esta
vida no nos impidan buscar las cosas de arriba donde está Cristo.
Tanto el alpinista que llega a la cumbre de la montaña donde tiene que luchar contra el fuerte viento, como los líderes cristianos que enfrentan diversos retos, deberían tener presente la conocida frase:
El cristiano debe prepararse para el regreso de Cristo velando, orando, viviendo en santidad, predicando el evangelio y animándonos unos a otros con esta esperanza.
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