jueves, 3 de septiembre de 2020

La unidad de la iglesia


 

Juan 17:11, 20-23.

Algunas veces Jesús se entristecía porque los discípulos manifestaban problemas de egoísmo, competencia y desunión. Por esa razón, al llegar la hora final de su vida y ministerio en esta tierra, derramó su alma delante de Dios en intensa oración intercesora pidiendo por la unidad de sus discípulos y de todos los cristianos de todos los tiempos, porque sabía que pocas cosas impresionan más al mundo que la manera en que los creyentes se aman unos a otros y viven en armonía. Él sabía que el mundo no puede ver a Dios, pero si a los creyentes, y lo que vean en nosotros es lo que creerán de Dios; si ven amor y unidad, creerán que Dios es amor; si ven odio y división, rechazarán el mensaje del evangelio. Por eso exclamó: Que ellos sean uno para que el mundo crea que tú me enviasteis”.  

Por lo vital de la unidad de la iglesia nuestro Dios hizo la parte más importante proveyendo todos los elementos necesarios para garantizar la misma. Dentro de estos, el sacrificio de Cristo en la cruz, por medio del cual trajo unidad entre judíos y gentiles (Ef.2:11-22), uniéndolos en su cuerpo que es la iglesia, la cual compró con su sangre preciosa para que seamos una familia en Dios (Ef.2:19). Recordándonos en Efesios 4:4-6, que somos un cuerpo con un mismo Espíritu, una misma esperanza, una misma vocación, un mismo Señor, una fe, un bautismo y un mismo Dios trino.

Ahora bien, la unidad de la iglesia viene de Dios por medio de su Espíritu Santo, pero también nos dejó a nosotros una cuota de responsabilidad en guardar la misma. En tal sentido nos dice “Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vinculo de la paz”. “Solicito” significa “tratar de”, “estar atentos”, “ser diligentes”. O sea, que debemos ser intencionales a la hora de estrechar más nuestras relaciones entre los creyentes en Cristo. Esto nos lleva al siguiente principio: Es sumamente importante fortalecer de manera intencional nuestras relaciones para cuidar la unidad de la iglesia.  ¿Cómo podemos fortalecer de manera intencional nuestras relaciones para cuidar la unidad de la Iglesia? Dios nos dejó una serie de mandamientos y exhortaciones en su Palabra para guiarnos a tener relaciones estrechas entre nosotros y así cuidar la unidad de la iglesia.

 

Mandamientos relacionados con sentimientos y actitudes


 “Amaos los unos a los otros” (Ro.12:10). 

Algunos autores cristianos afirman que: “El mostrar afecto y amor a otros cristianos tratándolos como hermanos y hermanas en Cristo no ocurre automáticamente. Si fuera así, no habría necesidad de tantas exhortaciones para hacerlo”. Debemos tener en cuenta lo que la Biblia nos enseña sobre el amor a nuestros hermanos. (1) No es una opción, sino un mandamiento (1Jn.2:9-11; 4:7, 11-12, 20-21). (2) No puede ser fingido ni por hipocresía, sino totalmente sincero (Ro.12:9; 1P.1:22-23; 1Jn.3:18). (3) Tiene que ser permanente: “Permanezca el amor fraternal” (He.13:1). (4) Tiene que ser creciente (1Ts.4:9-10).


“Honraos los unos a los otros” (Ro.12:10; Fil.2.3-4). 

Honrar a otros significa apartarse del egoísmo, dejando de rebajar y denigrar a nuestros hermanos con comentarios y malas actitudes, para comenzar a reconocer lo bueno que Dios ha puestos en ellos, gozarnos con sus triunfos y llorar con sus fracasos. Además, esforzarnos en apoyar a los demás para que crezcan, se desarrollen y logren cumplir su eficazmente su servicio al Señor.  


Mandamientos relacionados con prácticas cotidianas


“Saludaos los unos a los otros” (Ro.16:3-6,16; 1Co.16.20; 2Co.13:12;  1Ts.5:26; 1P.5:14). 

Hay tres aspectos a destacar en este mandamiento (1) Uno supracultural: “Saludaos unos a otros”. Es decir, que en todos los tiempos, lugares y culturas es importante para Dios y para la unidad de la iglesia que los creyentes se saluden (2) Uno cultural: “Con besos”. La forma específica del saludo varía de cultura a cultura, en algunos es un beso, en otros dos, en otros es un abrazo, en otros un fuerte apretón de manos y en otros es simplemente una ligera inclinación. (3) Uno espiritual: “Santos”.  Habla de pureza, transparencia y sinceridad. La realidad es que un saludo sincero y afectuoso es terapéutico, uno se siente amado, aceptado y parte del grupo. No se concibe que los cristianos no se saluden unos a otros tanto en el contexto del templo y sus programas, como en cualquier lugar que se encuentren. Todos hemos escuchado testimonios positivos y negativos donde el tema del saludo de los cristianos está presente.   


“Servíos por amor los unos a los otros” (Gá.5:13). 

El pasaje no dice que usemos la libertad en Cristo como una justificación para pecar (lo cual es libertinaje), sino que usemos la libertad para servirnos por amor los unos a los otros. El verdadero servicio a los demás que cuenta para Dios, es por amor. Esto se puede completar con la frase “sin esperar nada a cambio”.


“Animaos unos a otros” (1Ts.5:11). 


El término griego que se usa aquí para “animaos” es “parakaleo”, que puede traducirse también como consolar, estimular, confortar, exhortar, enseñar y amonestar. Se puede resumir como: “hacer todo lo que esté a nuestro alcance para edificar o levantar la vida de nuestros hermanos que sufren, están decepcionados, frustrados y desanimados”. Por supuesto, el medio para animarnos es la Palabra de Dios. O sea, es recordarles las tantas promesas de Dios para nuestras vidas, especialmente que aquellas que nos recuerdan que “Esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria” (2Co.4:14-18). Cuando el apóstol Pablo le habla a los tesalonicenses sobre la resurrección en el día final, el arrebatamiento de la iglesia y la segunda venida de Cristo, les termina diciendo “alentaos los unos a los otros con estas palabras”. En aquellos días de intensa persecución y martirio a los cristianos, ellos se alentaban unos a otros diciendo “Maranata, el Señor viene”, y al final del libro de Apocalipsis el Señor dice “Ciertamente vengo en breve” y Juan responde: “Amén; si, ven, Señor Jesús”.  


“Orad unos por otros” (Stg.5:16). 

En todo tiempo, pero de manera especial cuando a nuestro hermano lo ha visitado el dolor, la tragedia o las crisis. Santiago nos dice que oremos unos por otros para que seáis sanados. Recordando que hay heridas físicas, emocionales y espirituales.

 

Mandamientos relacionados con solución de conflictos


“Soportándonos los unos a los otros” (Ef.4:2). 

Parte importante para la unidad de la iglesia es esforzarnos intencionalmente en soportar aquellos hermanos, que por sus características personales, se nos hacen difíciles. Teniendo en cuenta que también nuestros hermanos nos han soportado a nosotros. Cuatro palabras definen la actitud al soportar: humildad, mansedumbre, paciencia y amor.


“Perdonándonos unos a otros” (Ef.4:32; Col.3:13). 

Los resentimientos, el rencor, las raíces de amargura y la falta de perdón además de ser pecado, atentan contra la unidad de iglesia. Dios en su Palabra nos hace un llamado a “perdonarnos unos a otros” y no recuerda “de la manera que Cristo os perdonó así también hacerlo vosotros”. Es decir, que si Dios me perdonó mis ofensas, siendo un vil pecador, quien soy yo para no perdonar a mi hermano. Por otra parte, es muy peligroso no perdonar a los hermanos porque Cristo nos enseñó en el Sermón del Monte: “Si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro padre celestial; más si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro padre os perdonará vuestras ofensas”.

En resumen, Es sumamente importante fortalecer de manera intencional nuestras relaciones para cuidar la unidad de la iglesia.  Esto es posible amándonos, honrándonos, saludándonos, sirviéndonos, animándonos, soportándonos y perdonándonos unos a otros.

1 Corintios 1:10; Romanos 15:5-6.


Nos gustaría que nos dejara un comentario, pues quisiéramos continuar creciendo junto a usted en la vida cristiana.

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