lunes, 31 de agosto de 2020

La humillación ante el Señor puerta a las grandes bendiciones




2da Crónicas 7:14.

Después de una intenso esfuerzo, finalmente el rey Salomón terminó la gran obra de la construcción del templo a Jehová, cumpliendo así el gran sueño de su padre David. Tan significativo era este evento para toda la nación, que Salomón retrasó varios meses la dedicación de este sagrado edificio para hacerla coincidir con las fiestas nacionales de las cosechas y de los tabernáculos. Llegado esos días, se realizó un acto magno y multitudinario con judíos de todas las partes del mundo antiguo presentes allí. En medio de este evento Salomón pidió a Dios que cumpliera su promesa a David sobre su descendencia en el trono, que bendijera aquel lugar que estaban dedicando a Él y que manifestara su misericordia. De manera especial imploró perdón y restauración de antemano a Jehová, en caso de que el pueblo se desviara de su camino pero regresara arrepentido a su presencia.

Posteriormente, en el silencio de una noche común, y estando solamente Salomón, Dios le aparece por segunda vez en su vida para prometerle que le respondería a su oración siempre y cuando cumplieran las condiciones que El establecía.  El gran texto que resume la respuesta de Dios es precisamente 2da Crónicas 7:14. Las palabras de Dios a Salomón nos recuerdan que: La humillación ante el Señor es la puerta a las grandes bendiciones. Ahora bien, ¿Por qué afirmamos que la humillación ante el Señor es la puerta a las grandes bendiciones? Partiendo de este pasaje de 2da de Crónicas, y a través de todas las Escrituras, podemos encontrar 2 razones para responden a esta importante pregunta:

 

Porque es la condición que Dios mismo estableció  


“Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado”  


En aquel momento estaba  hablando de la nación de Israel, pero el principio es aplicable a la iglesia de Cristo que es presentada en el Nuevo Testamento como el pueblo de Dios.Aunque es cierto que si toda una nación se humilla, Dios le  bendice y exalta, su llamado especial a la humillación es a su pueblo como punto de partida. Ante la grandeza y santidad de Dios lo que nos corresponde como seres humanos es adoptar una actitud de rechazo a toda pretensión u orgullo, inclinándonos ante él en pleno acatamiento de su voluntad. A eso se le llama “humillarse” delante de Dios. Muchos pasajes nos recuerdan esta gran verdad: (Sal.138:6; 1P.5:5,6; Stgo.4:10; Mt.18:3-4; Lc.14:11; Fil.2:1-11). Por otra parte, tenemos varios ejemplos en la vida de diferentes personajes bíblicos: Moisés (Nm.12:3), Acab (1R.21:29), Josías (2.R.22), Manasés (2Cr.33:11-12), Job (Job.42:1-6), Cristo (Sal.22:1-21; Is.52:13-53:12; Zac.9:9; Mt.21:5, 7; 11:29; Lc.22:27; Jn.6:38; 13:3-12; 2Co.8:9; Fil.2:5-8), Pedro (Mt.26:75; Lc.5:8), María, madre de Jesús (Lc.1:48), Juan el Bautista (Jn.3:27-30), Pablo (Hch.20:9, 2Co.10:7; 12:7-10), entre otros.

“Y oraren”

La oración es mucho más que hablarle a Dios, pues la oración es comunicación. Nuestro Dios como Padre al fin y al cabo quiere estrechar su relación con nosotros cada día, quiere fortalecer la amistad y como un buen amigo quiere disfrutar de tu compañía. Todos sabemos que no existe una amistad sólida sin una buena comunicación. Por otra parte, ante la pregunta ¿Por qué quiere Dios que le pidamos en oración por nuestras necesidades si ya El lo sabe todo? Acostumbramos a responder “porque quiere ver que dependes de El, porque quiere probar nuestra fidelidad”. Pero la realidad es que Dios quiere fortalecer su amistad con nosotros y disfrutarla. Es decir, Dios esta diciéndonos: Si mi pueblo se humilla y se acerca a mi estrechando su amistad por medio de la comunicación abierta llamado oración, yo voy a comenzar a obrar a su favor.


“Y buscaren mi rostro”

Esta expresión tiene que ver con dos aspectos importantes: (1) Buscar a Dios profunda e intensamente. Es pararnos frente a frente a Dios. O sea, que no es solamente orar sino el cómo orar. Algunas expresiones bíblicas nos pueden ayudar a entender mejor la i dea: “Derramar el alma delante del Señor, suplicar, rogar, clamor, elevar el alma y el corazón a Dios”. El Señor tiene en cuenta el contenido, pero también la forma en que oramos, pues una actitud de entrega y sumisión es agradable a sus ojos.  (2) Buscar la santidad y/o pureza de Dios para nuestras vidas. Cuando Moisés estuvo cara a cara con Dios, su rostro resplandecía de tal manera que tuvo que cubrirlo porque los demás a su alrededor no podían resistir aquella luz. También a Cristo se le presenta en el Apocalipsis con un rostro resplandeciente. Esto no es otra cosa que un símbolo de la pureza.


 “Y se convirtieren de sus malos caminos”

Aquí no se refiere  a la conversión neotestamentaria de arrepentimiento y fe en Cristo para recibir la vida eterna, debemos recordar que estamos en el corazón del Antiguo Testamento y que en el texto se le está hablando al pueblo de Dios. “Sus malos caminos” hace referencia a la praxis pagana que Israel había incorporado a su vida nacional. Son los malos caminos de los cananeos de los que Dios desea preservar a su pueblo. Ahora bien, es posible encontrar un paralelo con la vida del creyente en Cristo, pues aunque somos cristianos muchas veces no estamos andando en obediencia, estamos en malos caminos, desagradando a Dios con pecados y conductas inadecuadas.

En el Nuevo Testamento no se habla de volverse a convertir a Cristo, pero sí de confesar nuestros pecados (1Jn.1:9). Todos queremos que la bendición de Dios se derrame en nuestras vidas, y repose sobre nuestras familias, pero el principio bíblico es claro: tenemos que abandonar los malos caminos.

¿Por qué más afirmamos que la humillación ante el Señor es la puerta a las grandes bendiciones?


Porque es la promesa que Dios mismo cumplirá 


“Yo oiré desde los cielos” 

El Salmo 34:4 expresa: “Busqué a Jehová, y el me oyó, y me libró de todos mis temores”. Y el Salmo 40:1-3: “Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor”.  En toda la Escritura la expresión oyó Dios siempre está vinculada a una acción a favor de sus hijos. Cuando Dios escucha nuestra oración significa que Dios esta teniendo misericordia y va a ayudarnos en nuestra necesidad. Dios no es como el ser humano que escucha a otros por cortesía, por compromiso, por evitar problemas, pero que muchas veces no tiene la intención de ayudar en los problemas.  


“Y perdonaré sus pecados”

Perdón es el acto de no retribuir las ofensas con el castigo merecido. En este texto se usa el término hebreo salah, equivalente al verbo “perdonar”, se aplica al acto divino de perdonar los pecados. No se utiliza para el caso de humanos que estén perdonando las ofensas de otros. El perdón de Dios es único e incomparable y su repercusión en nuestras vidas es maravillosa e indescriptible. El perdón de Dios implica salvación eterna, reconciliación con Dios, la paz en nuestros corazones, gozar de sus bendiciones, su respaldo, su poder para vivir y ministrar en su nombre. Toda la Biblia presenta a Dios como perdonador: “Jehová, tardo para la ira y grande en misericordia, que perdona la iniquidad y la rebelión” (Nm.14:18); “Porque tú, Señor, eres bueno y perdonador” (Sal.86:5).



“Y sanaré su tierra”

Sanar la tierra” es una expresión de Dios para hablar de la bendición que traería sobre esta nación, si ellos se humillaban y se arrepentían de sus malos caminos, quitando todos los males mencionados en el contexto de varios capítulos como la sequía, el hambre, las plagas a las cosechas, las enfermedades, las derrotas ante los enemigos, etc. Y por supuesto, una sanidad interior en el corazón de cada uno de sus hijos. Es darles salud lo cual no se limita a la ausencia de enfermedades sino al bienestar físico, mental, espiritual y social de cada persona en ese pueblo.

En resumen, la humillación ante el Señor es la puerta a las grandes bendiciones. Esta es la condición que Dios mismo estableció y la promesa que Él mismo cumplirá. 


Nos gustaría que nos dejara un comentario, pues quisiéramos continuar creciendo junto a usted en la vida cristiana.