El término “sincero” hace referencia a una persona que habla o actúa sin doblez. Hace algunos años escuché a un predicador explicando que la palabra “sincera”, surgió en el contexto de los carpinteros en la antigüedad. Los cuales cuando iban a trabajar la madera cubrían los agujeros de la misma con cera, después pintaban o barnizaban y todo se veía como perfecto. Entonces, las personas que venían a adquirir los muebles expresaban: Por favor, quiero una pieza sin cera. O sea, que sea pura madera, auténtica, sin disfraces.
Una sinceridad genuina
No se trata de
aparentar que somos sinceros sino serlo en verdad. Jesús fue sincero todo el
tiempo y en todos los lugares. Lo recordamos frente a los hipócritas fariseos expresándole
lo que estos hombres necesitaban oír (Mt.6:5-6;
12:38-40; 16:1-4; 23:1-36)).
Una sinceridad amorosa y respetuosa
La sinceridad no
es incompatible con un trato amoroso y respetuoso. Jesús decía la verdad a las
personas con las que interactuaba pero siempre con respeto y motivado por el
amor. Algunos ejemplos que podemos recordar son: (1) Su encuentro con la mujer
samaritana (Jn.4). (2) Su encuentro
con Nicodemo (Jn.3). (3) La escena
de la madre de Juan y Jacobo pidiendo privilegios para sus hijos por encima de
los demás. Tristemente, hay muchos creyentes dispersos entre las iglesias, que
impulsados en su mayoría por amarguras, frustraciones, malos sentimientos y
conceptos errados, en nombre de la sinceridad tratan a los demás con
exabruptos, asperezas, falta de amor y misericordia, carentes de amabilidad y
respeto. Estos piensan que por usar muchos pasajes bíblicos, ya tienen toda la
autoridad para hablar de esa manera a los demás. Veamos que qué enseña la
Biblia al respecto:
- Enseña que es nuestros deber ser sincero y estar
preparado para defender la fe que poseemos, pero tenemos que hacerlo con
mansedumbre y reverencia (1P.3:8-17).
- Enseña que es nuestro deber decir y defender la
verdad con toda sinceridad, pero siempre con amor (1Co.16:14; Ef.4:14-16; Col.3:12-15; 1Co.13:1-3, 1Ti.1:3-7,
1P.4:7-8; 1J.4:20-21).
- Enseña que es nuestro deber hablar con sinceridad
lo que tengamos que decir, pero sin ser contencioso (Fil.2:3; 2Ti.2:14-15; 23-25).
Una sinceridad prudente y sabia
Cada día es más común ver a personas que en nombre de la sinceridad, comenten toda clase de imprudencia y demuestran una falta total de sabiduría. Esto ocurre porque algunos creen que como deben ser sinceros, tienen que expresar todo lo que piensan en alta voz, sin medir el lugar o las personas que tienen delante. La Biblia muestra que la sinceridad y la prudencia tienen que caminar de la mano (Mt.21:23-27; 22:15-22; Lc.8:8-10). La sinceridad que se divorcia de la prudencia y la sabiduría es tan pecaminosa como la falta de esta. Generalmente cuando esto ocurre se asocian otros pecados como el juzgar con ligereza a los demás (Mt.7:1-2; Ro.14:13; Stg.4:12), la murmuración, el chisme, la calumnia y la difamación (Fil.2:14; 1P.4:9; Stg.4:11), así como las palabras ociosas y las ofensas.