miércoles, 11 de noviembre de 2020

Desechando lo pecaminoso y creciendo en la Palabra de Dios


 

1 Pedro 1:22 al 2:3


Una vez más se les recuerda a los destinatarios el milagro más grande y preciosos que ellos habían recibido: el nuevo nacimiento. Un nuevo renacer espiritual los había alcanzado cuando recibieron a Cristo como su único y suficiente salvador. Se les enfatiza para consolarles que este renacer no era de naturaleza humana, sino divina, lo cual se afirma en la expresión “no de simiente corruptible”. O sea, que este nuevo nacimiento no estaba relacionado con padres humanos como el nacimiento físico, sino proviene de Dios cuando nos entregamos a Cristo y el Espíritu Santo viene a morar en nuestra vida. Este nuevo nacimiento se evidencia en la transformación espiritual que experimentamos al ser una nueva criatura.  

 

A partir del nuevo nacimiento comenzamos en un proceso de crecimiento hacia la madurez espiritual que la Biblia llama santificación. En este caminar día a día con el Señor en dicho proceso es necesario desechar lo pecaminoso y alimentarse más de la Palabra de Dios para crecer espiritualmente. 1 Pedro 2:1-2 nos exhorta a estas dos acciones para nuestro crecimiento espiritual:

 

 

1.     Es necesario desechar lo pecaminoso para crecer espiritualmente

 

Indudablemente, hay cosas que al estar presentes en nuestra vida se convierten en un freno u obstáculo para nuestro crecimiento espiritual en el Señor. Estas cuestiones son destructivas para nuestra salud espiritual, emocional y física, afectando especialmente nuestra relación con Dios. Las mismas deben ser desechadas de nuestras vidas completamente como parte del proceso de santificación al que hemos sido llamados por el Señor.

 

Ahora bien, ¿Cuáles cosas debemos desechar de nuestra vida según el apóstol Pedro?

 

a.      Debemos desechar toda malicia

 

Esto se relaciona con albergar malos pensamientos contra otra persona. La malicia alimenta los rencores y espera secretamente ver a otros ser alcanzados por el mal y la tragedia.

 

b.      Debemos desechar todo engaño

 

El engaño asume una variedad de formas, pero de cualquier manera es toda variante de deshonestidad que va en contra de la verdad. Esto puede ir desde lo más aparentemente sencillo hasta lo más complejo.

 

c.       Debemos desechar toda hipocresía

 

El término hipócrita viene del contexto de los actores en la antigüedad, los cuales usaban una máscara para interpretar sus personajes en el teatro. El prefijo “hipo” en griego significa “debajo de”, o sea, que usaban estas caretas para ocultar su verdadera identidad. El término fue empleado para denominar esta actitud en la vida de aquellos que quieren aparentar lo que no es cierto. La misma debe ser desechada completamente de la vida de los cristianos que debemos ser sinceros, honestos, transparentes e íntegros.

 

d.      Debemos desechar la envidia

 

El Diccionario Expositivo Vine plantea: “La envidia es el sentimiento de desagrado suscitado al observar u oír de las ventajas o prosperidad de otros”. La envidia es pecado delante de Dios y provoca muchos daños a quien la posee y a los que le rodean. Este sentimiento pecaminoso fue precisamente lo que llevó a las autoridades religiosas judías a entregar a Jesús para ser crucificado. La misma es totalmente incompatible con la vida cristiana, por lo cual debe ser desechada de nuestra vida.

 

e.       Debemos desechar todas las detracciones

 

Las detracciones son actitudes que perjudican a otros con el fin de prosperar uno mismo. También incluye denigrar, murmurar, calumniar y regar chismes contra los demás. Alguien dijo que se trata de “mantenerse limpio arrojando fango sobre quienes nos rodean”. Este pecado comúnmente practicado además de afectar negativamente a las personas objeto de las detracciones, es una ofensa a Dios que nos creó, nos ama y dio lo mejor que tenía por la salvación de todo aquel que quiera recibirla a través de Cristo.  

 

Además de desechar todas estas actitudes pecaminosas, hay una segunda acción que contribuye a nuestro crecimiento espiritual:

 

 

2.     Es necesario desear más la Palabra de Dios para crecer espiritualmente

 

a.      Debemos desear la Palabra de Dios como niños recién nacidos

 

El autor usa el símil de la necesidad de alimentarse que tiene un niño recién nacido con la necesidad de alimentarse espiritualmente de un cristiano. Aunque debemos destacar que en este pasaje no se refiere a nuevos creyentes, sino a todos los cristianos en general. La realidad es que un niño recién nacido necesita la leche cada cierto tiempo y si no comienza a llorar desesperadamente, de manera similar el cristiano debería desear de todo corazón alimentarse de la Palabra de Dios.

 

b.      Debemos desear la leche espiritual no adulterada

 

En la comparación que viene haciendo el pasaje, el cristiano debe procurar alimentarse no de cualquier leche, sino de aquella pura que no ha sido adulterada. Es decir, que debemos leer, estudiar e interpretar de manera correcta las Escrituras para poder crecer de manera saludable en el Señor. Los cristianos debemos hacer uso de la buena hermenéutica (reglas de interpretación) para entender exactamente qué significa cada pasaje bíblico y no correr el peligro de llegar a conclusiones equivocadas.

 

Adulterar la Palabra de Dios es cambiar su significado, usarla para interpretaciones privadas, querer que diga algo que me conviene, aunque no sea lo que Dios realmente dice en el texto sagrado. Es mesclar la verdad con conceptos, filosofías e ideas humanas. La realidad es que existe mucho adulterio espiritual en nuestros días por parte de sectas, grupos extremistas y algunos sectores dentro de las iglesias evangélicas que han abrazado falsas doctrinas y malas interpretaciones. También adulterar la Palabra de Dios es traicionar sus enseñanzas viviendo de manera contraria a las mismas.

 

En resumen, por causa de haber nacido de nuevo no de simiente corruptible, sino incorruptible, debemos desechar lo pecaminoso en nuestra vida como la malicia, el engaño, la hipocresía, la envidia y las detracciones, y desear como niños recién nacidos la leche espiritual no adulterada de la Palabra de Dios.

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