“Escudriñemos nuestros caminos, y busquemos,
y volvámonos a Jehová; levantemos nuestros corazones y manos a Dios en los
cielos”.
Lamentaciones 3:40-41
Desde el corazón del Antiguo Testamento hay un llamado a Escudriñar nuestros caminos para regresar a nuestro Padre celestial. Los mandamientos de Dios en su Palabra tienen como fin guiarnos a caminar por su senda recta, santa, justa y amorosa. Específicamente, si nos decidimos a obedecer el mandamiento expresado en el pasaje que nos ocupa, no somos capaces de imaginar el bien que proporcionará a nuestras vidas y a los que nos rodean.
Aunque esta meditación está
dedicada especialmente a todos aquellos queridos hermanos y hermanas que por
alguna razón se han alejado del Señor, todos
deberíamos tomar unos minutos en medio de nuestro atareado vivir para examinar
nuestras relación con Dios, nuestras obediencia a su Palabra, nuestras actitudes
frente a los demás y nuestro testimonio ante el mundo. En otras palabras, es necesario
escudriñar nuestros caminos para regresar al Padre Celestial. Meditemos
en las dos grandes acciones que encerradas en esta gran verdad:
1. Escudriñar nuestros caminos
a. Escudriñar
El Diccionario Aoristo de la Lengua Española define escudriñar como “examinar, inquirir, y averiguar cuidadosamente una cosa y sus circunstancias. O sea, se trata de ir a fondo, profundizar, analizar con seriedad y honestidad algún asunto. En este caso no se trata de cualquier cosa, sino de una mirada profunda a lo más recóndito de nuestro corazón ¿Qué hay realmente en nuestros pensamientos, sentimientos, motivaciones, intenciones y actitudes? ¿Cuál es nuestro verdadero estado espiritual delante del Señor?
b. Escudriñar nuestros caminos
No estamos hablando de investigar a fondo un tema, o un libro, o una situación circundante o la vida de aquellos que nos rodean, sino simplemente nuestros propios caminos. Es comparar con toda sinceridad nuestra vida actual con lo que Dios enseña y ordena en su Palabra.
Se cuenta que en cierta ocasión Enrique IV le pregunta al Duque de Alba si había visto el eclipse de sol. Este le contestó: “tengo tanto que hacer en la tierra que no tengo tiempo de mirar al cielo”. Tristemente, aunque no lo digamos con palabras muchas veces estamos viviendo algo similar, pues estamos tan ocupados en los afanes del diario vivir que no dedicamos tiempo para analizar nuestras vidas a la luz de la verdad de Dios. Por cierto, esto nos recuerda las palabras del apóstol Pablo: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Col.3:1-2).
Es tiempo de dejar de
refugiarnos en los muchos quehaceres, y abundantes entretenimientos, para
escudriñar nuestros caminos como el paso esencial para regresar a los brazos de
nuestro amoroso Padre celestial.
2. Regresar al Padre Celestial
a. Buscar a Dios
El profeta declara: “Buscad a Jehová mientras pueda ser hallado, llamadle en tanto que está cercano”. Muchos años después Cristo expresó: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mt.11:28). El objetivo fundamental para escudriñar nuestros es descubrir que anda mal en nuestra vida espiritual y está estorbando nuestra comunión con Dios. El siguiente paso es humillarnos delante de Su presencia en genuino arrepentimiento de nuestros pecados.
Algo importante que debemos tener presente, es la buena noticia de que Dios nunca se aleja de nosotros a pesar de haber huido de su gloriosa presencia, su amor no cambia, ni se enfría y jamás nos ha olvidado. Es cierto que en nuestras crisis espirituales y emocionales nos parece que Dios nos ha desechado, nos sentimos tan sucios que llegamos a creer que Él nunca nos perdonará. La realidad es que todos estos pensamientos y sentimientos errados son producto de nuestro engañoso corazón como enseña la Biblia. Además, el diablo tratará de mantenernos envueltos en estos criterios para que no regresemos a nuestro Padre Celestial.
b. Buscar a Dios para regresar a sus brazos de amor
Mi hermano y hermana, mi amigo y amigo, ya es tiempo de volver a Dios. Contrario a ese pensamiento que has albergado tanto tiempo de que Dios no te ama, te ha desechado o se ha olvidado de ti, tu Padre Celestial está triste porque uno de sus hijos o hijas deja correr los días sin regresar a sus brazos de amor. Él te formó en el vientre de tu madre para darte vida y la oportunidad de conocerle. También te dio la libertad para que tomaras la decisión de seguirle voluntariamente. El hecho de que las circunstancias que te han rodeado han arruinado muchas cosas hermosas de tu vida, no significa que todo haya terminado. El Señor como tu amoroso y buen Padre Celestial te espera con sus brazos abiertos. Regresa a tu Padre Celestial ¡Por favor! ¡Regresa!
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