domingo, 2 de agosto de 2020

Salmo 73: “La actitud del cristiano cuando el impío prospera”




Los cristianos tenemos la misma convicción del salmista: “Dios es bueno para con cada uno de sus hijos, los de limpio corazón”. Aunque los cristianos están seguros de esta verdad, en ocasiones surge algunas preguntas ante ciertas realidades: ¿Por qué prosperan tanto los impíos, aquellos que no aman a Dios ni a su próximo? ¿Por qué no prosperamos nosotros como ellos, cuando hemos renunciado a muchas cosas por seguirle y servirle hasta el final? Sin dudas, desde el punto de vista en que los humanos generalmente miramos la vida, los impíos muchas veces prosperan ante nuestros ojos. El Salmo 73 afirma esta verdad a través de varias expresiones como “gozan de una excelente salud física” (v.4), “tienen muchas de sus necesidades cubiertas” (v.5), “escapan de la persecución y las presiones que viene sobre aquellos que quieren ser fieles a Dios” (v.5b), “son vanagloriosos y logran cuanto quieren” (v.6-9), “se han enriquecido sin mucho sacrificio” (v.12). La realidad es que cuando comenzamos a reflexionar sobre la prosperidad de los impíos, con mucha frecuencia terminamos  quitando la mirada del Dios bondadoso que nos sostiene. Además, esta mirada a los impíos en su prosperidad nos arrastra a abrazar sus malas actitudes. Por esa razón afirmamos: No es saludable para el cristiano mirar la prosperidad de los impíos. En el Salmo 73 encontramos 3 razones para afirmar esta verdad.

 

Porque nos hacemos daños a nosotros mismos 

Nos hacemos daño porque cuando nuestra mirada está en la prosperidad de los impíos podemos sentir envidia” (v.2-3). La envidia es un pecado que nos lleva a desear lo que tiene la otra persona, al punto de sentirnos enojados por no tenerlo. La misma está ligada a otros pecados como el celo y la codicia. También estimula el deseo oculto de ver el fracaso de la otra persona. Debemos tener en cuenta que los impíos prosperan fuera de Dios generalmente valiéndose de artimañas pecaminosas (por ejemplo, los narcotraficantes y los terroristas). Por esta razón, sentir envidia de los impíos en su prosperidad no sólo implica desear sus bienes materiales, sino aprobar indirectamente sus perversos métodos para conseguirlos.

Nos hacemos daño porque cuando nuestra mirada está en la prosperidad de los impíos podemos llenarnos de amargura y segarnos (v.21-22). La amargura es un pecado sutil y altamente destructivo (He.12:15). La misma viene como consecuencia de la autocompasión. Es decir, comenzamos a pensar que no es justo que ellos prosperen siendo tan malos y que nosotros no avanzamos de igual manera siendo fieles al Señor. Al no encontrar una respuesta inmediata a nuestra inquietud, sacamos conclusiones precipitadas pensando: “El Señor ya no nos ama y nos ha abandonado”. En este sentido, es importante recordar que Dios jamás deja de amar ni abandona a sus hijos como ha prometido en su Palabra: “No te dejaré, ni te desampararé”. Por otra parte, el Señor tiene un propósito definido para cada uno de sus hijos, el cual aunque no siempre podamos entender es invariablemente lo mejor para nuestras vidas y su reino. El autor Stalin John decía: Para el cristiano lo mejor está aún por pasar. Alguien también expresó: “Para el cristiano el final siempre será victoria, si ahora no está disfrutando el triunfo es porque no ha llegado el final”.

 

Porque Dios hará justicia y los asolará (v.15-20,27)

Una antigua frase expresa: “los molinos de Dios muelen lentos pero muy finos”. En otras palabras, aunque a veces nos desalentamos, entristecemos y airamos porque vemos que los impíos hacen toda clase de males e injusticias, y aparentemente continúan prosperando, no están haciendo otra cosa que acumulando juicio de Dios sobre sus vidas. Toda la historia bíblica y del cristianismo demuestra que nadie escapa del juicio de Dios, a menos que venga humillado y arrepentido genuinamente delante de Él. Siempre se cumple la inexorable sentencia antiguotestamentaria: “De ninguna manera Dios dará por inocente al malvado” (Ex.34:7b). También la sentencia neotestamentaria: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: Pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna” (Gá.6:7). Puede considerar otros consejos al respecto en el libro de Proverbios (Pr.3:31-32; 10:25, 27-30; 11:21; 12:7; 13:9; 23:17-18; 24:19-20).

 

Dios hará justicia y nos bendecirá (v.1,10,23,24)

Debemos comenzar revisando nuestro concepto de “prosperidad”. Para el mundo la prosperidad se confina corrientemente al dinero y demás cosas materiales, pero no podemos pasar por alto que la más importante prosperidad que sólo Dios puede dar, el dinero no la puede comprar. Específicamente en este Salmo destacamos dos aspectos que el Señor regala a sus hijos:

(1) “La dirección de Dios bajo su consejos”. Esto nos hará tomar un buen rumbo para nuestra vida, nuestra familia, nuestro ministerio, sintiendo la compañía de Dios en todo momento. Hay muchísimas personas en este mundo que tienen mucho dinero pero se sienten vacías, infelices y sobre todo totalmente solas, no pueden confiar en nadie porque saben que están rodeados de personas interesadas en sus riquezas y no sus problemas. ¿No es acaso la compañía, dirección y consejo de Dios en nuestras vidas un tesoro ciento de veces más importante que todos los bienes de este mundo?

(2) “Y después me recibirás en Gloria”. La vida eterna es la mejor prosperidad que un ser humano puede tener y está al alcance de todos por la gracia de Dios. Todas las cosas de este mundo las podemos perder en un día y no las podemos llevar con nosotros cuando nos toque partir, simplemente son temporales. El antiguo cántico espiritual dice: “perder los bienes es mucho, perder la salud es más, pero perder el alma es pérdida tal que no se recobra jamás”.


En resumen, no es saludable para el cristiano mirar la prosperidad de los impíos porque nos hacemos daño a nosotros mismos, porque Dios hará justicia y los asolará, y porque finalmente Dios hará justicia y nos bendecirá.



Nos gustaría que nos dejara un comentario, pues quisiéramos continuar creciendo junto a usted en la vida cristiana.


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