domingo, 16 de agosto de 2020

La Barca del Mar de Galilea



El Mar de Galilea, también conocido como “Lago de Genesaret” o “Lago Tiberíades”, representa muchísimo para los cristianos porque en este y sus alrededores nuestro Señor Jesucristo ejerció la mayor parte de su ministerio. La población de aquellas aldeas, y especialmente los pescadores, fueron impactados por el poder de Dios mediante los milagros que Cristo realizó allí.     

 Muy interesante fue un hallazgo en febrero de 1986, cuando producto de una sequía de 3 años las aguas de este mar disminuyeron y fue encontrado bajo la mescla de arena y barro del fondo una barca. Después de 14 años de un tratamiento especializado a esa madera, y de una profunda investigación, se pudo determinar que esta embarcación de 2000 años navegaba por el Mar de Galilea en el tiempo de Cristo, y aunque no se puede determinar con exactitud si perteneció a Pedro o algún otro discípulo, si está claro que de una forma u otra estuvo cerca de Jesús. Entonces, en relación con este descubrimiento me surge una pregunta: Si la barca pudiera cobrar vida y hablar ¿Qué nos contaría? Esta barca es un testigo silencioso de grandes eventos en la vida de Cristo y sus discípulos, y aunque ella no nos puede narrar los mismos, afortunadamente tenemos la Biblia que recoge de manera breve pero magistral estos trascendentales eventos. En tal sentido, una verdad que emana de estos acontecimientos gloriosos es la siguiente: Dios siempre obra oportunamente en la vida de sus hijos. Esta principio podemos verlo ilustrado en el extraordinario evento  de Jesús calmando la tempestad en el mar de Galilea. Cuando estudiamos el pasaje en su contexto literario inmediato podemos descubrir 3 principios que nos mueven a ver la obra poderosa y oportuna del Señor en la vida de sus hijos. 

 

Primer principio:

Vivir completamente entregados al servicio del Señor NO ES garantía de una vida libre de dificultades

Notemos que después de terminar con las enseñanzas del sermón del monte (Mt.5-7), descendió a las aldeas circundantes del mar de Galilea y mucha gente le seguía para ser sanados de sus enfermedades, por lo que estuvo hasta altas horas de la noche sanando y echando fuera demonios de muchos que sufrían tales azotes. Por tal razón, Jesús fue visitado por el agotamiento terminando totalmente extenuado. La gente seguía viniendo a verle, por lo que pidió entrar en la barca e ir a otra orilla. También cuando iba a montar en la barca un escriba le dijo que quería seguirle y Jesús le declaró “que no tenía ni donde recostar su cabeza”. Es decir, que también fue visitado por la pobreza económica. Como colofón de del día tan agitado, cuando logra dormirse en la barca fue visitado por una enorme y peligrosa tormenta (las muy conocidas sharkías de esta región), las cuales cambian totalmente el panorama de una calma absoluta a una agitación aterradora que puede levantar olas de varios metros muy peligrosas –la palabra en griego en el pasaje es la misma que se usa para terremoto- y si le sumamos a esto que las barcas en esta época eran pequeñas, rústicas y muy frágiles, movidas manualmente por remeros, hacía de la situación algo realmente preocupante.

De la misma manera nosotros tendremos que seguir enfrentando diferentes tormentas en nuestras vidas mientras luchamos por servir a nuestro Señor Jesucristo.

 

Segundo principio: 

Vivir completamente entregados al Señor y a su servicio ES garantía de la ayuda oportuna del Señor en medio de las dificultades

Mateo dice que se levantaron grandes olas que cubrían la barca y Marcos agrega que las olas arrojaban agua dentro de la misma y comenzaba a hundirse. Lo grande y agresivo de las olas hizo que toda la experiencia y habilidades de aquellos pescadores no fueran suficientes en ese momento para escapar de aquella terrible situación. Por esto, el pánico se apoderó de aquellos hombres que no tenían una solución a su alcance y la orilla se hallaba lejos.

A nuestras vidas también vendrán tormentas con olas tan grandes de problemas, que todos nuestros conocimientos, habilidades y fortalezas no sirvan de mucho. Hay situaciones que escapan completamente de nuestro control y de la posibilidad de encontrar una solución por nosotros mismos. Como suele suceder siempre en momentos como este, los discípulos clamaron desesperados: “¡Señor, sálvanos, que perecemos!”. La decisión más sabia que podemos tomar es precisamente esta: clamar al único que puede salvarnos en medio de las más difíciles tormentas de la vida. Pero debemos notar que ellos clamaron a Cristo que iba montado en su barca. El Señor siempre está dispuesto a socorrernos en nuestros problemas, pero es importante que le hayamos permitido subir a nuestra barca. Ciertamente muchas personas quieren que Dios les ayude cuando están en un problema, pero el resto del tiempo prefieren navegar sin él por los mares de este mundo.

Ahora, es interesante la frase “pero él dormía”. Literalmente hablando ya mencionamos el gran agotamiento que tenía en ese momento. Más allá de esto quiero pensar en el desespero de los discípulos porque Jesús dormía mientras ellos luchaban por sus vidas. En más de una ocasión nos sucederá en la vida que nos parece que la respuesta del Señor está retrasada y que seremos vencidos por lo duro de las pruebas, nos sentiremos solos, pensaremos que hemos sido abandonados o que él está ocupado en otros asuntos más importantes. Sin embargo, cuando comenzaban a perder las esperanzas, dice el pasaje: “levantándose, reprendió a los vientos y el mar; y se hizo grande bonanza”. En el momento exacto u oportuno trajo la calma al mar y la salvación a sus discípulos. Aunque humanamente nos parece algunas veces que el Señor está retrasado, Él siempre obra en el momento oportuno que él sabe que es mejor para todos. La pregunta de Cristo en ese momento pudiera ser para nosotros también hoy: “¿Por qué teméis, hombres de poca fe?” Nunca podemos dudar del amor y el poder de nuestro Dios para obrar en nuestras vidas, nunca debiéramos pensar que Él está retrasado… es interesante la expresión: “se hizo grande bonaza”, no se alivió la situación, no disminuyó algo el viento o el tamaño de las olas sino que fue una obra completa y perfecta como sólo él puede hacer… los discípulos se preguntaban: “¿Qué hombre es este, que aún los vientos y el mar le obedecen?” Nosotros encontramos la respuesta a esta trascendental pregunta cuando le entregamos toda nuestra vida para dejarle ser nuestro Señor y salvador. 

Ahora bien, ¿Por qué Jesús esperó a que la tormenta estuviera a ese nivel de peligrosidad? En busca de la respuesta encontramos el tercer principio.

 

Tercer principio: 

Entregarnos completamente al Señor en medio de nuestras tormentas es a menudo una experiencia que nos prepara para continuar enfrentando retos mayores en Su servicio

Debemos destacar que el ministerio continúo adelante después de este dramático evento, y lo hizo enfrentando retos aún mayores (Mt. 8:28-34). A la otra orilla, solamente unas horas después de haber pasado por una gran tormenta que Jesús calmó, liberó a dos hombres que estaban atormentados por muchos demonios y después de estar en su juicio cabal se convirtieron en grandes misioneros del evangelio en la región de Decápolis.

No caben dudas, que las duras pruebas que atravesamos en la vida son una escuela que Dios usa para moldear nuestro carácter y capacitarnos para ejercer un ministerio más profundo y efectivo para Su gloria.  

En resumen,  Dios siempre obra oportunamente en la vida de sus hijos.


Nos gustaría que nos dejara un comentario, pues quisiéramos continuar creciendo junto a usted en la vida cristiana.



 

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