miércoles, 10 de febrero de 2021

Muertos al pecado


 

 1 Pedro 4:1-5

 

La expresión “armaos del mismo pensamiento”, se refiere a imitar a Cristo en su entrega a sufrir por el pecado que nos destruía y condenaba a nosotros. Es decir, que en nosotros debe primar el pensamiento de que es preferible sufrir por agradar a Dios con una vida santa, antes que continuar haciendo lo malo delante de su presencia.


Abstenerse de pecar trae asociado generalmente una cuota de sufrimiento por el sacrificio que implica dejar de hacer aquello que le agrada a la carne. Además, tendremos que soportar el escarnio y la incomprensión de quienes viven lejos de Dios.


En sentido general esta porción bíblica nos lleva a considerar la siguiente verdad vital: Es necesario morir al pecado para agradar a Dios y recibir sus bendiciones. Ahora bien, ¿Qué debemos hacer para morir al pecado? En 1 Pedro 4:1-5 encontramos tres consejos que debemos tener en cuenta para agradar a Dios muriendo al pecado:

 

 

1.     Vivir para Dios y no para la carne

 

El versículo dos afirma: “para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencia de los hombres…”. Es decir, que el resto del tiempo que nos pueda quedar en este mundo o hasta el regreso de Cristo, no deberíamos vivir como los millones de personas que no conocen a Dios. Lamentablemente, estos le dan rienda suelta a sus malos deseos, dejando que la carne domine totalmente sus vidas.


Contrario a esto, el pasaje continúa expresando: “sino conforme a la voluntad de Dios”, lo cual implica vivir agradándole en todo, guardando cada día su Palabra, glorificándole con cada pensamiento, sentimiento y acción, vivir alabando su nombre, predicando el evangelio y compartiendo sus enseñanzas con los demás, así como servir por amor a quienes nos rodean.

 

 

2.     Dejar que el pecado sea un asunto del pasado


El apóstol Pedro exclama: “Baste ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles”. En este contexto “gentiles” es sinónimo de pecadores, por el concepto de los judíos sobre los gentiles como pueblos paganos y abominables delante de Dios. Esta verdad nos recuerda las trascendentales palabras del apóstol Pablo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” (Gá.2:20).  


Queridos hermanos, ya fue suficiente el tiempo pasado para haber vivido desagradando a Dios, estando totalmente perdidos y condenados por nuestros pecados. Estamos llamados a vivir nuestra nueva vida en Cristo, recordando que las cosas viejas pasaron y todas han sido hechas nuevas. Entre estas “cosas viejas”, que deben quedar en el pasado, el apóstol menciona las siguientes:

 

·         Las “lascivias”. Esto es una entrega desenfrenada a la inmoralidad sexual.  

 

·         Las “concupiscencias”. Es la gratificación de los apetitos de cualquier índole que son ilegítimos. Incluye las aberraciones sexuales, las avaricia, el egoísmo, la venganza, los pleitos, entre otros.

 

·         Las “embriagueces”. Es la ingestión de bebidas alcohólicas en cantidades dañinas. Esto atenta contra la salud física y mental, la economía personal, el estatus social, las relaciones familiares e interpersonales en general y sobre todo contra la vida espiritual. En mi modesta opinión personal, aunque la embriaguez viene del consumo desmedido de bebidas alcohólicas, lo más recomendable es alejarse totalmente de estas. Entre otras cosas, porque puede dañar el testimonio como cristiano ante aquellos que nos rodean, porque no es un buen ejemplo para nuestros niños y adolescentes, porque la Biblia enseña en Proverbios que se comienza suavemente, pero al final como una serpiente nos morderá. 

 

·         Las “orgías”. Son fiestas depravadas donde se combinan bebidas alcohólicas, drogas y desenfreno sexual, entre otras prácticas pecaminosas. 

 

·         La “disipación”. Generalmente son reuniones para beber, pero que desembocan en reyertas, pleitos, escándalos, agresiones, heridos y en ocasiones hasta muertos. 

 

·         Las “abominables idolatrías”. Esta era una práctica muy común en la sociedad de los tiempos bíblicos, y que algunos cristianos no erradicaban totalmente de sus vidas, la cual sigue siendo un flagelo que golpea a nuestras comunidades.

 

Estos ejemplos de prácticas pecaminosas, y muchas otras que no menciona el pasaje, deben erradicarse completamente de la vida de los discípulos de Cristo. Las mismas deben quedar como asuntos del pasado que no tienen lugar en la vida de un hijo de Dios.        

 

 

3.     No dejarnos influir por los que continúan en pecado


El versículo cuatro expresa: “A estos les parece cosa extraña que vosotros no corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y os ultrajan”. Generalmente, cuando alguien se convierte a Cristo tiene que enfrentar las burlas, críticas, incomprensiones y presiones de todo tipo de los inconversos que le rodean. Sin duda, la luz de Cristo en nuestras vidas encandila a quienes permanecen en las tinieblas.  


El autor agrega que si estos no se arrepienten de dichas maldades contra los cristianos, tendrán que dar cuenta delante de Aquel que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos.


En resumen, es necesario morir al pecado para agradar a Dios y recibir sus bendiciones. Esto puede lograrse viviendo para Dios y no para la carne, dejando que el pecado sea un asunto del pasado y no dejándose influir por los que continúan viviendo en las tinieblas del pecado. 

 

 


 

 

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