domingo, 30 de agosto de 2020

Orando con un enfoque correcto


 

Mateo 6:5-15 y Lucas 11:1-13.  

 Los discípulos de Cristo le vieron siempre sostener una vida de oración constante, profunda e impactante. Ellos fueron testigos de cómo iba a orar muy de mañana, siendo aún muy oscuro (Mr.1:35). Y en ocasiones pasaba toda la noche orando. Además, presenciaron como escogía lugares tranquilos para estar a solas con el Padre Celestial. En tal sentido, solía ir a un lugar desierto, al huerto de Getsemaní, a un monte, a la otra orilla del mar, entre otros. Frente a tal ejemplo de devoción y entrega a Dios en oración no es de extrañar que uno de los discípulos le rogara encarecidamente: Enséñanos a orar como Juan enseñó a sus discípulos (Lc.11:1). Ahora bien, en respuesta a tan singular solicitud Jesús comienza a enseñarles para ayudarles a entender que: Es necesario orar con un enfoque correcto para tener una vida espiritual eficaz. ¿Qué significa este principio? Según las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo en Mateo 6:5-15 y Lucas 11:1-13, podemos comprender que orar con un enfoque correcto significa dos cosas:

 

Orar con un enfoque correcto es tener una motivación correcta


“Una motivación correcta implica orar con sinceridad y sencillez de corazón no con hipocresía ni por motivos mezquinos” (Mt.6:5-6) 

El texto comienza diciendo: “y cuando ores”. Cristo da por sentado que todo hijo de Dios va a practicar habitualmente la oración en su vida. Pero ahora nos muestra que no es solamente orar sino hacerlo con una motivación correcta, pues continua diciendo: “no seas como los hipócritas”. O sea, un hipócrita era un actor en la cultura helénica que usaba una máscara para aparentar ser lo que no era en realidad. En el contexto de Jesús, los principales hipócritas eran los de la secta de los fariseos. Ahora bien, ¿Por qué no orar como los hipócritas? El pasaje nos responde diciendo: “porque ellos aman el orar en pie y en las esquinas de las calles, para ser visto de los hombres”. El énfasis no está ni en la posición del cuerpo ni en el lugar donde oramos, pues los judíos piadosos también oraban en la sinagoga, sino que la clave está en la motivación incorrecta: “para ser visto por los hombres”. No estaban orando para ser oídos por Dios sino para buscar el favor, el aplauso, la alabanza de los hombres, para impresionar, para aparentar ser muy espirituales cuando en realidad no eran absolutamente nada. Y después de esto agrega: “desierto os digo que ya tienen su recompensa”. Es decir, lo que querían era  destacarte delante de los demás y lo habían logrado, esa era su miserable recompensa, pero no recibirían respuesta alguna de parte del verdadero y todopoderoso Dios.  

En contraste con esta incorrecta motivación Cristo enseña sobre la manera correcta: “Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto que recompensará en público” (Mt.6:6) Esto no significa una prohibición a la oración en público, pues Cristo oraba públicamente y los cristianos del primer siglo también, más bien hace referencia a que nuestra motivación es hablar y ser escuchado por nuestro Dios, no impresionar a nadie a nuestro alrededor. Además, nos recuerda que en lugar de ser hipócritas, tratando de aparentar lo que no somos en realidad, cuando cerramos la puerta y estamos a solas con Él no queda otra opción que ser totalmente sinceros ante el Dios que todo lo ve y escudriña, quien no puede ser burlado ni engañado. Es presentarnos con toda humildad y sencillez de corazón delante de nuestro Padre Celestial para expresarle nuestras debilidades, luchas, dudas, quejas, frustraciones, decepciones, ruegos, alabanzas y acciones de gracia.         


“Una motivación correcta implica orar con naturalidad, no con vanas repeticiones ni palabrería y siendo específicos” (Mt.6:7-8) 

 El versículo siete nos dice: “y orando no uséis vanas repeticiones, como los gentiles”. Los gentiles eran todas las personas de otras naciones fuera de Israel que tenían diferentes religiones paganas y rendían culto a sus dioses falsos. Entre otras prácticas se comunicaban con sus “divinidades” con fórmulas y frases vacías, sin sentido y repetitivas (que por supuesto no servían de nada). Esta expresión tiene varias connotaciones en nuestros días, algunas más formales e institucionalizadas como “rezar oraciones aprendidas de memoria, una y otra vez”, y otras más personales como orar todos los días a una hora determinada, por un mismo asunto y para ello usar las mismas palabras sin meditar en lo que estamos diciendo. Después sigue diciendo: “Los gentiles que piensan que por sus palabrerías serán oídos”. La idea de los paganos era que a sus dioses había que convencerlos para que respondieran y para esto usaban largos discursos con toda clase de palabras rebuscadas. No hay nada de malo en orar extensamente, pero el problema es pensar que Dios no nos escuchará sino oramos de esa forma.

En el siguiente versículo Jesús también nos da la dirección a seguir en contraste con las vanas repeticiones y palabrerías: “no os hagáis semejantes a ellos”. Es decir, debemos orar con perseverancia pero no tratando de convencer a Dios y mucho menos con palabrerías innecesarias. Por lo tanto, lo que se infiere es que debemos orar con naturalidad, de la misma manera que nos comunicamos con nuestros amigos más íntimos de manera específica y sin rodeos. 

 

Orar con un enfoque correcto es tener un orden de prioridades correcto (Mt.6:9-15; 33)


“En un orden de prioridades correcto lo primero es Dios” (Mt.6:9) 

En un orden de prioridades correcto el primer motivo de nuestras oraciones es Dios mismo. Por esa razón Cristo enseñó a sus discípulos orar diciendo primeramente: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre”. En esta expresión se evidencia tres importantes actitudes: (1) La confianza de un hijo al decir “Padre nuestro”. (2) El desinterés sano de un hermano al no decir “Padre mío”, sino “nuestro”. (3) La reverencia de un adorador al decir “que estás en los cielos” y “santificado sea tu nombre”.


“En un orden de prioridades correcto lo segundo son los grandes propósitos de Dios” (Mt.6:10) 

Cristo nos enseñó a pedir: “venga tu reino”. Solamente quiero destacar dos connotaciones de esta petición: (1) La manifestación presente del reino de Dios que comenzó a llegar desde que Cristo vino a este mundo y empezó a predicar el evangelio del reino diciendo: “Arrepentíos porque el reino de los cielos se ha acercado”. (2) La manifestación futura del reino de Dios cuando Cristo venga en las nubes del cielo y ponga en orden todas las cosas. El texto hace una aclaración que resume que es el reino de Dios entre nosotros: “Hágase tu voluntad como en el cielo, así también en la tierra”.  


“En un orden de prioridades correcto lo tercero son nuestras necesidades espirituales, físicas y materiales” (Mt.11:13)

Es decir, Dios primero y nosotros después. En este sentido podemos pedir por nuestras diferentes necesidades y depender de Dios para satisfacerlas como son: (1) El alimento para nuestro presente. (2) El perdón de nuestras deudas y pecados pasados. (3) La protección para nuestro futuro.

En resumen, para tener una vida espiritual eficaz es necesario orar con un enfoque correcto, lo cual implica motivos y orden de prioridades correctos según las enseñanzas de Cristo.


Nos gustaría que nos dejara un comentario, pues quisiéramos continuar creciendo junto a usted en la vida cristiana.

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