martes, 22 de diciembre de 2020

Actitudes frente al nacimiento de Cristo


 Mateo 2:1-12

 

El nacimiento de Cristo hace un poco más de dos mil años provocó diferentes actitudes en aquellos que fueron testigos directa o indirectamente de este evento sin par. Algunas de estas reacciones fueron positivas y otras muy negativas. Desde entonces hasta hoy, hombres y mujeres han continuado asumiendo diversas respuestas ante el significado, e implicaciones espirituales para la vida del ser humano, del advenimiento de Jesucristo a este mundo.

Esto nos lleva a formularnos una pregunta vital: ¿Qué actitud vamos a asumir frente al significado del nacimiento de Cristo en este mundo? ¿Cuál será nuestra decisión ante el llamado de Dios a recibir a Cristo como nuestro único Salvador? Veamos qué actitud asumieron ante el nacimiento de Cristo los personajes de la conocida historia de Mateo 2:

 

 

1.     Actitudes negativas ante el nacimiento de Cristo

 

a.      Una actitud de rechazo por rebeldía de parte de Herodes el Grande

Este era un hombre lleno de crueldad y celos enfermizos por el poder, un usurpador del trono que no le correspondía. Fue nombrado “rey de los judíos” por el imperio romano. Por esta razón, vivía con el temor de la llegada de un legítimo rey. Debido a esto, tres expresiones de los magos del oriente estremecieron a Herodes: (1) “¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido?” –su temor se hacía realidad: el verdadero rey ha llegado- (2) Porque su estrella hemos visto en el oriente. “su estrella”, dos creencias populares sobre estrellas en el antiguo oriente están detrás de esta expresión e influyeron en la reacción del malvado Herodes. Por un lado, Su estrella, pues se creía que con el nacimiento de un niño nacía una nueva estrella que alumbraría hasta que la persona muriera. Por el otro, se creía que la aparición de una nueva estrella era el presagio de la inminente muerte de un rey y el surgimiento de un nuevo reinado. Encima de esto, los magos expresan abiertamente “y venimos a adorarle”. La palabra que se usa para “adorar” aquí, hace referencia a inclinarse, postrarse y dar reconocimiento al soberano que se tiene delante (lo cual lo reservaron para Jesús y no para Herodes).

Ante estas supuestas amenazas la reacción no se hizo esperar: convocó a los líderes religiosos para indagar sobre el Cristo, trazo un plan malévolo para matarlo y una vez que fracaso el plan A reaccionó violentamente provocando una tragedia de grandes proporciones en Belén. Esto deja ver a un hombre lleno de odio y mucha rebeldía contra Dios mismo. Esta es una actitud que perdura hasta hoy en muchas personas. Aun cuando no todo el mundo llega a manifestar tan elevado grado de maldad, la rebeldía contra Dios y sus propósitos sigue siendo una actitud frecuentemente asumida ante el llamado implícito en la Navidad de reconciliarse con Dios por medio de Cristo.

 

b.      Una actitud de rechazo por indiferencia de parte de sacerdotes y escribas

Esta élite religiosa del pueblo fue convocada por Herodes para informarle sobre la profecía del nacimiento del Mesías. Los escribas constituían la clase profesional de expertos legales, maestros e intérpretes de la ley. Estos grupos que formaban el Sanedrín, conocían a profundidad las profecías mesiánicas. Ante la pregunta de Herodes respondieron con el pasaje de Miqueas 5:2. A pesar de todas las coincidencias, estos hombres no relacionaron el texto con el niño que había nacido unos dos años atrás en Belén y mucho menos se molestaron en confirmar si se trataba del Mesías esperado. Pasaron a la historia como representantes de la indiferencia ante Dios y sus planes. Por esta actitud dejaron pasar la más hermosa de las oportunidades de tener un encuentro en aquella primera Navidad con el verdadero Mesías-Cristo que les reconciliaría con Dios.

   

c.       Una actitud de rechazo por conveniencias humanas de parte de los habitantes de Jerusalén

El pasaje expresa que junto con Herodes, toda Jerusalén se “turbo” o “se inquietó”. Lamentablemente, ante esta gloriosa noticia, el pueblo que tanto anhelaba la llegada del Mesías, no corrió hacía Belén para encontrarse con Él. Por temor o por mantener la comodidad, lo cierto es que las conveniencias humanas se interpusieron a un encuentro con el Rey de reyes y Señor de señores. Tristemente, aun hoy muchos rechazan al Cristo que nació en Belén para nuestra salvación eterna.  

 

 

2.     Actitudes positivas ante el nacimiento de Cristo

 

Las actitudes positivas ante el nacimiento de Cristo en este pasaje están representadas por los magos. Estos no eran reyes como la tradición les ha atribuido, sino hombres que pertenecían a la clase sacerdotal entre los medas, los persas y los babilonios. Eran astrólogos (que tenía en aquella época una connotación religiosa, cultural e intelectual –los sabios-) y profundos estudiosos de la naturaleza. Generalmente, formaban parte del equipo de consejeros de los reyes.  

 

a.      Una actitud de acercamiento y búsqueda de Jesús (Mt.2:1-2)

El relato bíblico no especifica como ellos conocían acerca del “rey de los judíos” que nacería, ni como supieron que aquella estrella inusual estaba indicando el nacimiento del mismo. Muchos comentaristas bíblicos piensan que ellos estaban identificados con las profecías del advenimiento del Mesías por la influencia de los judíos en aquellas regiones desde la época del cautiverio o simplemente recibieron una revelación directa de parte de Dios. Lo cierto es que poseían una convicción profunda de su necesidad de buscar a este rey especial de los judíos que había nacido, lo cual queda demostrado en su extraordinario esfuerzos para encontrarle viniendo desde el lejano oriente. Los magos recorrieron cientos y cientos de kilómetros, a veces en camello y otras a pie, en un recorrido que les tomó alrededor de dos años. Esta actitud nos recuerda cuán lejos nos encontrábamos de Cristo, hasta el día en que comenzamos a acercarnos a Él en profundo arrepentimiento y fe para dejarle nacer en nuestro corazón como nuestro Señor y Salvador. Toda persona tiene la oportunidad de acercarse al Señor por muy lejos que se encuentre de Él. Cristo expresó: “venid a mi todos los que estáis trabajado y cargados, y yo os haré descansar” y también: “El que a mí viene yo no le echo fuera”. 

 

b.      Una actitud de sincera y profunda adoración

Los magos expresaron abiertamente su motivación para hacer tan magno viaje: “venimos a adorarle”. Aunque en la actualidad algunos cristianos han rebajado el concepto de adoración simplemente a cantar, orar y escuchar un mensaje en un culto público, en el oriente antiguo el significado de adoración era bien profundo. Adoración incluía reconocimiento, sumisión, entrega, relación profunda con Dios, servicio e incluso la esencia misma de la vida celestial junto a Dios. Debemos notar que los magos venían de naciones con culturas paganas e idolátricas, sin embargo, prefieren dejar todo eso atrás y caminar dos años para rendir adoración al único que la merece. Buscaron para adorar al niño rey, a Dios con nosotros. De manera similar actualmente vivimos rodeados de muchas religiones paganas e idolátricas, pero la invitación del único y verdadero Dios está vigente en esta Navidad, para dejar atrás todo cuanto nos separa de Él, y venir a rendirle entera adoración a través de Jesucristo.   

 

c.       Una actitud de entrega total al Rey de reyes

El pasaje presenta de una manera sencilla y solemne a la vez, el tan anhelado encuentro con el niño Jesús, en el cual se aprecia una atmósfera de adoración y entrega genuina. Esta actitud la hicieron visible por medio de los presentes: oro, incienso y mirra. El texto no aclara si estos regalos eran, más que una expresión de amor y entrega, símbolos relacionados con la vida y obra que llevaría adelante Jesús. A pesar de esto, muchos comentaristas bíblicos insisten en esta idea porque tiene una lógica y coincidencia impresionantes. Plantean que el “oro” es símbolo de la realeza y la majestad, aludiendo a Jesucristo como rey de reyes, el “incienso” como ungüento o perfume habla de la fragancia de la vida santa, sin pecado del Hijo de Dios y su condición como sumo sacerdote que intercede por nosotros delante de Dios y la “mirra” por su uso común, habla de la humanidad de Jesús junto a su muerte sacrificial y expiatoria en la cruz del Calvario por toda la humanidad. En fin, no cabe dudas que cualquiera sea su significado constituye una expresión de honra y reconocimiento al Señor de señores.

En resumen, abandonemos toda actitud de rebeldía, indiferencia o de rechazo por conveniencias delante del Señor, y por el contrario, acerquémonos a Cristo en adoración, humildad, obediencia y entrega. Cuando esto hacemos seremos reconciliados con Dios el Padre Celestial, recibiremos la vida eterna que Él ofrece, y de seguro, como los magos del oriente, regresaremos por otro camino, pues nunca más seremos los mismos –si alguno está en Cristo nueva criatura es, las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas-

 

Es nuestro deseo que en esta Navidad asumamos la más hermosa actitud frente a nuestro Señor Jesucristo. Amén.  

 

 


miércoles, 9 de diciembre de 2020

Sufriendo por la causa de Cristo


 

1 Pedro 2:18-25

En esta porción bíblica se aborda el tema crucial e inevitable del sufrimiento humano. Debemos recordar que Dios creo al ser humano para que disfrutara de una profunda relación personal con Él que sería la base de una felicidad perenne, pero lamentablemente la entrada del pecado trajo como consecuencia la muerte y muchísimas angustias. Desde tan triste momento la humanidad nunca más ha podido librarse del sufrimiento.

La realidad es que no ha existido una persona que no haya sufrido por una causa u otra. Todos los grandes personajes bíblicos fueron atrapados en más de una ocasión por este flagelo. Tal es así, que aún el Señor Jesucristo, siglos antes de venir a este mundo, fue descrito por el profeta Isaías como “el siervo sufriente”, “experimentado en quebranto” y “el varón de dolores”. En su ministerio público lo encontramos muchas veces experimentando angustias por el rechazo, el menosprecio y la ceguera espiritual del pueblo de Israel. Y muchísimo sufrimiento en sus últimos días hasta su muerte en la cruz del Calvario. Recordamos que en el huerto de Getsemaní expresó: “Mi alma está muy triste hasta la muerte”.  

Los hijos de Dios a lo largo de la historia también han tenido que sufrir por la causa de Cristo, lo cual Dios en su inmenso amor y justicia premia a su debido tiempo en esta vida o en la eternidad junto a Él. 

Por todo lo anterior podemos afirmar: Dios aprueba la disposición de sus hijos a sufrir por la causa de Cristo. Esto no significa que el Señor disfruta ver el sufrimiento de sus hijos, sino que le agrada ver la buena disposición de los mismos a sufrir por Su causa. Ahora bien, esta verdad  nos lleva a buscar respuestas en esta porción bíblica a las tres siguientes preguntas claves: 

 

 

1.     ¿Qué es sufrir por la causa de Cristo?


Primeramente, es estar dispuestos a mantener una buena actitud aunque estemos rodeados de circunstancia y personas injustas. En 1 Pedro 2:18 se hace un llamado a los criados a ser respetuosos y sujetos a sus amos terrenales aún si son difíciles de soportar. En pro de entender este mandamiento debemos ubicarnos en el contexto histórico debido a que muchos cristianos en esta época eran siervos o criados domésticos, pues el evangelio se difundió ampliamente entre las clases más pobres de la sociedad. Esto ocurrió así no porque ellos eran ignorantes, sino por la gran necesidad espiritual que generaba el sufrimiento a que estaba sometidos.


Este llamado del apóstol no significa que Dios estaba de acuerdo con la esclavitud o cualquier otro tipo de explotación humana, sino que teniendo en cuenta que esta era la estructura social existente los criados cristianos debían mostrar una actitud respetuosa, no de rebeldía, porque esto serviría de buen testimonio para demostrar una vida llena del amor de Dios. Tal actitud demostraría la superioridad de la vida cristiana, sobre todo cuando los amos era difíciles de soportar y recibían a cambio mucha resistencia y desobediencia de sus siervos no cristianos.     


Ahora bien, aunque ya no existe este tipo de esclavitud en el mundo, los principios que emanan de esta exhortación del apóstol siguen siendo aplicables a los cristianos en la actualidad. Por ejemplo, un cristiano no debe ser rebelde de corazón en ninguna circunstancia. Por el contrario, estamos llamados a vivir, y proclamar, el evangelio del amor de Dios en Cristo, lo cual implica que debemos vivir vidas ejemplares moral y espiritualmente hablando. Además, debemos ser respetuosos con todos a nuestro alrededor, aun cuando estamos presentando el evangelio y los oyentes no lo quieran recibir.


Sufrir por la causa de Cristo muchas veces lleva asociado padecer injustamente. Esto es cierto cuando se nos humilla, difama, presiona, limita, frena e ignoran (no nos reconocen) a causa de nuestra fe  y conducta cristiana. En ocasiones se nos trata así por predicar el evangelio, enseñar, defender y vivir las enseñanzas bíblicas. El pasaje nos recuerda que cuando sufrimos injustamente en manos de los hombres recibimos la aprobación de Dios, lo cual se traduce en su pronto auxilio en las tribulaciones.


También sufrir por la causa de Cristo ocurre cuando no somos reconocidos ni recompensados a pesar de estar entregados a hacer lo bueno delante de sus ojos (v.20). Siempre que hacemos un bien y recibimos un mal a cambio estamos sufriendo por Su causa, pero podemos darnos por bienaventurados porque el sufrimiento es por la causa de nuestro Señor Jesucristo.


Es sumamente importante que cuando suframos sea por la causa del Señor y su reino, nunca por estar padeciendo las consecuencias de nuestros pecados y errores. 

 

 

2.     ¿Cómo podemos soportar el sufrimiento por la causa de Cristo?


En el versículo 21 se nos recuerda que podemos soportar los sufrimientos mirando a Jesucristo nuestro ejemplo supremo. Es una realidad que Él soportó todo sufrimiento por nuestra salvación, y nosotros debemos avanzar siguiendo sus pisadas.


También en los versículos del 22 al 24 podemos recordar que Cristo como nuestro ejemplo supremo no sólo habló del sufrimiento, sino lo padeció en carne propia. Lo interesante es que todos sus padecimientos fueron por amor a nosotros, pues Él siendo puro sin pecado no tenía que sufrir las consecuencias de sus actos como nosotros. Debido a esto, ahora se compadece de nosotros y nos ayuda a soportar las horas de dolor que llegan a nuestra vida (He.1:18; 4:15-16).


En el versículo 23 se reafirma que Cristo soportó el sufrimiento, pues aunque le maldecían Él no respondía con amenazas, ni maldiciones, ni ofensa alguna. Simplemente, encomendó su vida en las manos de Dios y sufrió silenciosamente.    

 

 

3.     ¿Qué resultados trae el haber sufrido por la causa de Cristo?


A través del versículo 25 podemos constatar que logró hacer regresar a todo un gran rebaño de ovejas que estaban descarriadas al gran Pastor de las almas. Dentro de este gran rebaño estamos nosotros que cuando andábamos descarriados Él en su inmensa misericordia nos rescató.

La realidad es que el sufrimiento no es una experiencia agradable, parece ser el fin de todas las cosas y nos hace sentirnos destruidos, pero cuando sufrimos especialmente por su causa Dios manifestará su aprobación a nuestra vida consolándonos, fortaleciéndonos y teniendo para nosotros algo muchísimo mejor. Tengamos en cuenta que el sufrimiento por Su causa en la vida de los hijos de Dios siempre tiene un propósito de su parte que redundará en grandes bendiciones.


Estas bendiciones incluyen pulir nuestra fe y amor, haciéndonos más maduros en Él, llevándonos por la senda recta y aumentando el gozo que viene a la vida de los hijos obedientes.


En resumen, Dios aprueba la disposición de sus hijos a sufrir por la causa de Cristo.

 

 


jueves, 26 de noviembre de 2020

Testimonio intachable


 1 Pedro 2:11-16

 

En un tono paternal el apóstol les llama a sus destinatarios “amados”, y se dirige a ellos amablemente diciéndoles “yo os ruego”. Es decir, no les habla de una manera imperativa para ordenarles una acción, sino como un sabio consejo de quién ya era un anciano por su edad, por su experiencia cristiana y su conocimiento del Señor. Seguidamente les dice de que se trata la petición: “que os abstengáis de los deseos carnales”. “Abstenerse” significa privarse uno mismo de hacer algo o renunciar hacer lo que quisiéramos, pero que no es conveniente concretarlo en nuestra vida. Específicamente, lo que está pidiendo que se abstengan es “de los deseos carnales”.

 

Generalmente cuando hablamos de “deseos carnales” muchos piensan en los pecados sexuales, pero tales deseos se extienden a otras áreas de la vida como la pereza, los pleitos, las enemistades, la avaricia, lo glotonería y mucho más. Y la razón que da el pasaje para abstenerse de los mismos es porque “batallan contra el alma”. Es interesante que el término en griego que se traduce en este versículo para “batallan” no es una lucha cuerpo a cuerpo, sino la organización cuidadosa e intencional de un ejército para destruir a otro.

 

Sin duda, cuando se les da rienda suelta a los deseos carnales, estos batallan contra el alma tratando de minar nuestra relación con Dios, buscando que nos alejemos de su presencia y comencemos a ceder a las muchas tentaciones que el diablo nos presenta. La batalla contra el alma arrecia intentado a toda costa que caigamos en pecado y de esta manera apagar la luz de Cristo en nuestra vida. Tristemente, cuando cedemos a estas cosas comenzando a perder la batalla, esto es aprovechado por las personas del mundo cruel que nos rodean para alegrarse con nuestro fracaso y justificar así su rechazo al evangelio de Cristo.

 

Por todo lo anterior podemos afirmar: Es necesario mantener un testimonio intachable para impactar con el evangelio al mundo que nos rodea. Ante este principio nos preguntamos ¿Cómo podemos mantener un testimonio intachable? En esta porción bíblica encontramos tres consejos para mantener un testimonio intachable frente al mundo que nos ve vivir: 

 

 

1.     Manteniendo una buena manera de vivir (1P.2:12)

 

Es menester aclarar que cuando decirnos una buena manera de vivir no estamos hablando del bienestar material, sino es una referencia a las cosas espirituales. Aunque esta es una expresión muy amplia puede resumirse en la palabra “santidad”. De manera sencilla podemos decir que “una buena manera de vivir” es caminar diciendo siempre la verdad y nunca practicar la mentira, es respetar a todos a nuestro alrededor aunque no piensen igual que nosotros, es cuidar nuestro hablar eliminado toda palabra ociosa, grosera y prosaica, es servir a todos por amor desinteresadamente y no aprovecharse de los débiles en sus necesidades. También pudiéramos agregar que incluye compartir con los necesitados aún cuando tenemos poco para dar.

 

El apóstol nos recuerda que cuando practicamos una buena manera de vivir, no daremos motivo alguno a aquellos que injustamente murmuran de nosotros como si fuéramos malhechores, sino más bien daremos un ejemplo digno para que ellos también puedan glorificar a Dios. El pasaje agrega que podrán glorificar a Dios “en el día de la visitación”, cuya expresión puede estar relacionada al día en que sean alcanzados por la misericordia de Dios o cuando se enfrenten a un juicio para dar cuenta por sus maldades.   

 

 

2.     Siendo obedientes a lo establecido (1P.2:13-15)

 

El cristiano por su naturaleza debe ser obediente a lo establecido en la Palabra de Dios, en las leyes del país y en el orden social. Esto no porque siente temor a ser sancionado duramente por infringir la ley, sino porque Cristo nos ha hecho hijos obedientes, llenos de amor, paciencia, mansedumbre y dominio propio.

 

Los versículos 13 y 14 enfatizan en el respeto que le debemos a las autoridades y las leyes establecidas. Aunque es importante destacar que estas no pueden ser arbitrarias y dictatoriales, sino deben cumplir adecuadamente su rol de establecer la justicia castigando al que hace lo malo y alabar (reconocer y apoyar) al que hace el bien.

 

Esto implica que no es correcto delante del Dios que pone y quita reyes, que las autoridades inviertan los términos apoyando las cosas mal hechas y obstaculizando a todos los que hacen el bien. Un ejemplo clásico es cuando estos ponen toda clase de trabas a los cristianos para que no puedan cumplir la misión que les corresponde, y no tienen en cuenta el aporte benéfico de la obra cristiana al ayudar a tantas personas a restaurar sus vidas desechas por el pecado, los vicios y toda especie de maldad. Las gobernantes en cualquier parte del mundo deberían permitir a la iglesia de Cristo hacer libremente su trabajo, teniendo en cuenta que esto repercutirá en una mejor sociedad.

 

Los cristianos tenemos el deber de respetar a las autoridades, y a las leyes establecidas para el orden, siempre y cuando estas no nos demanden desobedecer a Dios o ir en contra de las enseñanzas de su Santa Palabra, en tal caso debemos debemos repetir las palabras de Pedro frente al sanedrín judío: “es menester obedecer a Dios antes que a los hombres”.  

 

 

3.     Usando correctamente nuestra libertad (1P.2:16)

 

Lo primero que debemos recordar es que en Cristo somos verdaderamente libres como Él nos enseñó. O sea, fuimos libertados de la esclavitud del pecado, de los vicios, la mentira, la envidia, las pasiones desordenadas, el egoísmo, el orgullo, la vanidad y muchísimas cosas de esta naturaleza.

 

 El Señor quiere que disfrutemos nuestra libertad espiritual de manera correcta. Es decir, no podemos confundir la libertad con el libertinaje que se ocupa de hacer aquello que Dios ha establecido como pecado. Contrario a esto, debemos usar la libertad para demostrarle al mundo  que hay poder en Jesucristo para vivir una vida nueva, llena de pureza y amor sincero.

 

En resumen, es necesario mantener un testimonio intachable para impactar con el evangelio al mundo que nos rodea, manteniendo una buena manera de vivir, siendo obedientes a lo establecido siempre y cuando no vaya en contra de Dios y usando correctamente nuestra libertad espiritual. 

 

Nos gustaría que nos dejara un comentario, pues quisiéramos continuar creciendo juntos en la vida cristiana.